El Enigma de la Vida — Nils A. Amnéus

Capítulo IV

La Naturaleza Compleja del Hombre


Lo Difícil del Autoanálisis

Para comprender qué le sucede al Hombre mientras duerme y después que muere, es necesario, primero, conocer su constitución.

Un tema de esta naturaleza no se puede considerar como a las matemáticas o a la química, donde las ideas se expresan en fórmulas y las palabras significan cosas concretas. Cuando consideramos que no se pueden describir las apariencias y funciones de los órganos de nuestro cuerpo a partir de nuestras propias observaciones, no deberíamos sorprendernos por la dificultad que atravesamos cuando tratamos de comprender cosas tan sutiles como la mente y la conciencia, y que no debemos suponer una exposición nítida que es tan fácil de lograr como cuando tratamos con objetos concretos.

Lo difícil es que no somos suficientemente capaces de apreciar debidamente la constitución del Hombre cuando intentamos comprenderla, porque ella, ciertamente, forma parte nuestra. En otras palabras, ella es un instrumento nuestro, y sus funciones varían de acuerdo al punto de vista en que son consideradas en cierto momento. Otra dificultad es que los diferentes elementos o principios de la constitución del Hombre se traslapan, se entremezclan y se funden unos con otros, y algunos de ellos están completamente fuera del alcance de la mente humana en esta etapa actual de desarrollo. Por lo tanto, para estudiar este tema, debemos utilizar nuestra intuición y nuestra mente.

Un Solo Rayo — Numerosas Consideraciones

El hombre no es una unidad homogénea indivisible y sencilla, es una entidad compuesta de elementos y principios muy diferentes, que ejecutan conjuntamente un trabajo armonioso en condiciones normales durante el paso del Hombre sobre la Tierra. Además de su cuerpo físico visible, él está dotado con una constitución interna, invisible, compleja, parte de la cual es inferior a su Conciencia mental normal, y la otra parte es completamente superior a esa Conciencia.

La parte esencial del Hombre es un Rayo o una corriente de conciencia que proviene de la Conciencia Universal, la Fuente Divina de toda vida. Este Rayo es inseparable de la Vida Universal Única, exactamente como un rayo de luz es inseparable del sol, pero mientras está personificado parece ser una unidad separada.

Este Rayo constituye el núcleo alrededor del cual, la naturaleza compuesta del Hombre está construida. Los numerosos principios de su constitución son aspectos o manifestaciones, todos distintos, de ese Rayo; y todos están vitalmente activados por su presencia.

A medida que este Rayo desciende a través de los diferentes planos o niveles de la Naturaleza, él enfoca su esencia en centros activos en cada uno de esos niveles, y se construye vehículos adecuados para su debida existencia. En cada caso, el vehículo se construye de materiales y energías del plano en el cual opera, y cada vehículo pone en condiciones al Rayo para que evolucione y avance por experiencia en uno u otro de esos planos.

La idea de que una corriente de conciencia use vehículos diferentes, o que tenga diversos aspectos, sería mejor presentada al comparar esa corriente de conciencia a un rayo de luz solar. Este parece ser un rayo sencillo, pero en realidad el rayo combina diferentes radiaciones, y se puede lograr que se descomponga en diversos aspectos, como en el caso de los siete colores prismáticos.

El descenso del Rayo de Conciencia a través de los planos de la Naturaleza se podría comparar al paso de un rayo de sol a través de diversas capas de vidrio. Hay variedades de vidrios que permiten el paso de ciertas radiaciones solares, mientras excluye otras. Imaginemos un rayo de sol que pasa a través de siete diferentes clases de vidrios, de las cuales sólo el primero permite que pasen todas las radiaciones; el siguiente es impenetrable para una longitud de onda y su color, pero deja que los otros seis pasen, y así sucesivamente, a través de los diferentes estratos o capas de vidrio, hasta que finalmente, en el último paso, solamente un color es capaz de penetrar e iluminar lo que se encuentre bajo el vidrio más bajo. Aún cuando la luz, la que penetra hasta el nivel inferior, es tenue y da una idea inadecuada de la brillantez de su fuente, todavía es parte del rayo original, y acarrea una pálida luz tenue desde el más alto hasta el nivel más bajo.

De la misma forma, el Rayo de conciencia, que constituye el núcleo de la naturaleza del Hombre, encuentra su expresión completa en los planos superiores del ser, mientras que solamente una diminuta parte es capaz de manifestarse en los planos inferiores.

Así, el Rayo de Conciencia se autoexpresa a través de varios vehículos, cada cual actuando en su propio plano, y todos, aparentemente, actuando en una forma independiente unos con respecto a los demás; pero porque todos los vehículos son vitalizados por el mismo Rayo, en realidad, ellos solo son diferentes aspectos del mismo Rayo, exactamente como los siete colores prismáticos son aspectos diferentes de un mismo rayo solar.

Considerando que un solo Rayo de Conciencia vitaliza todos los principios que forman la constitución del Hombre, ese Rayo puede centralizar su actividad preponderante solamente en uno de ellos en una función específica, y mientras está activo en ese principio, los demás permanecen inactivos.

Pero en todo caso, la conciencia de un plano recibe su vitalidad desde un plano próximo superior; y en su oportunidad, vitaliza la conciencia de su plano próximo inferior. Cuando la corriente vital de un plano se retira a su fuente en el plano próximo superior, el vehículo del plano inferior se torna inactivo.

El vehículo produce un efecto limitativo en el Rayo de Conciencia, lo que causa que el vehículo abarcado por esa porción de Rayo, se funda el uno con el otro, dándole a esa fracción de Rayo una sensación de existencia separada e independiente.

Cuando el Rayo vitaliza a su vehículo, él convierte algo de su conciencia al último; y ésto, unido al efecto limitativo del vehículo, le da a la combinación de Rayo y vehículo, una sensación de existencia consciente y separada o personalidad, que le pertenece a ese plano en el cual el Rayo está funcionando por ese tiempo.

Por consiguiente, en el Hombre solamente existe un Rayo o corriente de Conciencia, pero hay más de un yo. Como quiera, solamente uno de los más recientes está activo en una oportunidad cualquiera.

La relación entre el Rayo de Conciencia y sus vehículos se puede comparar a la relación entre un individuo y sus diferentes actividades diarias de la vida.

Un hombre que trabaja en el sótano de su casa, en ropa de trabajo, paleando carbón dentro del horno, limpiando la ceniza, aseando y remendando chapuceramente en su taller del sótano, no se parece al mismo hombre, quien luciendo su traje de negocios, ocupado en su trabajo diario, se reúne y conversa con sus clientes, aconsejándolos, o se reúne con sus socios para la cena. Y en otra ocasión, sería muy difícil para nosotros reconocerlo, si lo visitáramos en domingo al mediodía en su hogar, cuando con su familia disfruta de escuchar música, o radio, o tal vez se relaja cerca de la chimenea o en su cuarto de recreo.

Se podría decir que este individuo se expresa y funciona a través de tres "egos" diferentes, el ego del sótano, el ego de negocios y el ego familiar. Mientras funcione como uno de esos egos, él se identifica con ese ego, y los otros "egos" están inactivos. Él tiene, como sea, una "escala móvil de egos" a través de la cual se expresa, y su conciencia se mueve de arriba para abajo en esa escala a medida las condiciones lo requieran.

En esta ilustración que se ha usado, la diferencia entre los varios "egos" no es tan grandiosa, sino que el individuo conoce perfectamente bien su identidad a través de todos ellos, porque todas sus experiencias ocurren en el mismo plano, y él no pierde su conciencia al cambiar de un "ego" a otro.

Por otra parte, los diferentes egos en la constitución del Hombre, están separados por un abismo más grande, y normalmente una pérdida de conciencia interviene al cambiar de un vehículo a otro, por lo que la continuidad de identidad no es tan aparente en este caso.

El Ego Humano

Cuando comencemos a estudiar la constitución del Hombre con mayores detalles, será conveniente "comenzar por el medio" o con la parte que nos es más familiar. Por lo tanto, empezaremos por determinar lo que nuestra conciencia común de cada día es, y veamos donde ella cabe dentro de la escala de la naturaleza compleja del Hombre.

Todo individuo se da cuenta de que tiene un centro de conciencia por dentro, a la cual reconoce como "él mismo." Esta conciencia individualizada siente su independencia de las demás entidades y piensa de sí como "Yo soy Yo" y nadie más. Este "Yo soy Yo," o ego, tiene la facultad de dirigir su mente hacia cualquier objeto que escoja. Esa mente actúa, en tal caso, como un espejo que refleja la luz de la conciencia sobre el objeto, y así, habilita a la personalidad a saber del objeto.

Cuando el ego utiliza el espejo de la mente para reflejar la luz de la conciencia, se apoya en ella misma. El ego se entera de su propia existencia. Eso es lo que llamamos "existencia autoconsciente." Existe y sabe que sí existe. Esta facultad pertenece a la etapa evolutiva del Hombre, pero no se da en los animales. Los animales son conscientes, pero no pueden ser autoconscientes.

¿Qué es este "Yo soy Yo," el centro de la existencia autoconsciente como tal, este "Tú" o "Yo," esta entidad o ego, que rige sobre nuestra naturaleza durante las horas hábiles del día?

Es una porción del núcleo central del ser del hombre, centrado o individualizado al trabajar mediante su vehículo físico-mental. Es el Rayo de Conciencia automanifestándose a través de la Constitución Humana, la que podría ser referida como el "Ego Humano."

Cuando dormimos, el Rayo retira su proyección del cuerpo físico, al que posee durante el estado en que uno está despierto.

El Ego Humano, entonces, pierde su conciencia del cuerpo físico, porque abandona ese cuerpo, su único medio de contacto con este plano. Entonces, se reintegra dentro de su fuente en el plano del ser próximo superior. Esta fuente es el ego o el centro del Rayo en el plano próximo, arriba del plano mental normal. Este centro superior de conciencia es el principio real y permanente en el hombre. Funciona mediante un vehículo superior, mental-espiritual, independiente del cuerpo físico, y nos referiremos a él en lo que sigue, como el "Ego Superior" o el "Ego Reencarnante."

Entonces, cuando duerme, el Ego Humano deja atrás el plano físico, y traslada su existencia al plano mental-espiritual del "Ego Superior"; pero como aquí no tiene su vehículo usual, no puede retener su autoconsciencia en este plano superior, y por lo tanto, pasa a una existencia inactiva o como de sueño.

Cuando amanece, el cuerpo ya descansado y fresco, ya está nuevamente listo para recibir a su ocupante y dueño. Así, el Ego Superior envía otra vez su proyección al Ego Humano, dentro de su vehículo de servicio, el cuerpo físico, y un nuevo día de aprendizaje y experiencia comienza para esa conciencia observadora.

Existen planos intermedios entre los planos físico y el mental-espiritual donde el Ego Superior existe; y ellos deben ser recorridos por el Ego Humano antes que pueda regresar a su fuente. Frecuentemente sucede que el Ego Humano tarda en marcharse de uno de ellos en el transcurso de su viaje. Algunos recuerdos de ellos pueden quedar retenidos como sueños, y en raras ocasiones, puede tener algún recuerdo de existencia en el plano del Ego Superior.

Exactamente como el follaje de una flor "perenne" tiene su origen en su raíz permanente, lo mismo sucede con el Ego Humano, la cual tiene su origen en su Ego Superior, la parte imperecedera del hombre. Y así como la parte visible de la planta se marchita y muere en el verano, cuando su vitalidad es reabsorbida dentro de la raíz, así mismo el Ego Humano es reabsorbido dentro de su raíz, el Ego Superior, ya sea al dormir o al morir. Al dormir, el regreso es incompleto, algo así como cuando los pétalos de algunas flores se cierran durante la noche. Con la muerte, "el follaje," el cuerpo con su cerebro y su mente inferior, muere; y el regreso del Ego Humano al "Padre," el Ego Superior, es completo.

El Ego Humano, por sí mismo, no es una "cantidad fija," porque ella tiene sus octavas de conciencia cubriendo todo el camino, desde nuestras aspiraciones más altas en el extremo superior, atravesando estados intermedios, hasta los asuntos puramente personales de bienestar y placer, en el extremo inferior. La octava de nivel más bajo de la conciencia humana, la cual únicamente se interesa en su bienestar personal, puede ser señalada como el "Ego Personal."

En vista de esta escala variable de conciencia, que intermezcla y traslapa todos los niveles, desde el superior hasta el inferior, no será siempre posible especificar con exactitud que significado adecuado puede ser aplicado al término "Ego Personal."

Porque parece más fácil visualizar la idea de un "Ego" que esa de un Rayo o Corriente de Conciencia, y porque cualquier Ego es en realidad siempre un producto del Rayo, se considera que el término Ego puede ser aplicado con más seguridad en un sentido general, y algunas veces intercambiado con el término Rayo, confiando que la intuición del lector le guiará para interpretar el significado correcto.

El Ego Humano podría considerarse a ser el punto medio de la naturaleza compleja del hombre. Como quiera, él es un espectador, un observador del drama de la vida. Él percibe los impulsos de los órganos del cuerpo. Nota los sucesos que ocurren en el mundo externo alrededor de él. Presta atención al flujo de pensamientos que atraviesan la mente, como un espectador en el teatro mira una película. Experimenta el flujo de emociones y sensaciones que algunas veces le lleva sobre las alas de la esperanza, y otras veces decae en la profundidad de la desesperación. Él puede autoidentificarse con las experiencias que sufre, o puede ignorarlas, viéndolas como se ve un panorama desde un observatorio. En el primer caso, él está girando alrededor del "borde de la rueda de la vida." En el último caso, su puesto de observación está en el "centro," calmado e inamovible. Él sopesa y considera las experiencias de la vida, y las juzga, aprobándolas o desaprobándolas, de acuerdo al caso. Él saca conclusiones de las experiencias para aplicarlas posteriormente. Las escoge, ya buenas o malas, modifica y remoldea el carácter de esas experiencias, usando la voluntad como su instrumento de control.

Ese es el Ego Humano, el Yo soy Yo, el Tú o Yo de cada día de la vida. Ese es el Rayo de Conciencia que se transporta de aquí para allá, cada veinticuatro horas, entre actividades en los planos físico y el interior del ser.

Desde su primera memoria consciente en su niñez más temprana, atravesando juventud y madurez, hasta su vejez, el Ego Humano pasa a través de muchas y variadas experiencias. Él cambia sus conceptos de la vida muchas veces, pero al final de la vida sabe por sí mismo que es la misma e idéntica entidad que despertó como conciencia desde su temprana infancia.

El Dios Interno del Hombre

Arriba del Ego Humano en la constitución del Hombre, se encuentra el Ego Superior o Reencarnante, al que previamente citamos. Sin embargo, ese Ego no es la cumbre, porque el núcleo del hombre, el Rayo de Conciencia, tiene su origen en la Esencia Divina Universal — La Vida Única — y existen otros puntos centrales superiores entre ese Ego Superior y su fuente final. Esos puntos centrales más altos, a los cuales se les puede agrupar, y nos podemos referir a ellos colectivamente como "el Dios Interno del Hombre," todavía están inactivos en el individuo común.

La Sabiduría Antigua nos dice que la única forma en la cual el hombre puede instruirse sobre su Dios Interno, sólo se logra al desarrollar gradualmente las facultades indispensables para una existencia consciente en los planos donde este Dios funciona, y esto significa para el Ego Humano, ascender de acuerdo con el Rayo de Conciencia, y convertirse en Uno con su Dios Interno.

Porque el concepto de un Dios Interno está más allá de la comprensión de la mente humana, y porque ella es propensa a negar la existencia de todo lo que no puede entender, no es ninguna sorpresa que el concepto parezca extraño e inaceptable para muchos. Esa incapacidad de la mente humana de entender algo, como quiera que sea, no es una razón valedera para negar la existencia de ese algo. La compasión y el amor que se autosacrifica, nunca pueden ser explicados por la mente, porque ellos pertenecen a planos superiores de conciencia; sin embargo, sabemos que son realidades que ejercen una influencia poderosa en el mundo.

Todas las religiones grandiosas nos enseñan de que existe una divinidad dentro del Hombre. La Biblia nos dice que el Hombre fue creado a la imagen de Dios (Génesis 1:26-27), y se refiere a esa divinidad innata en 1Corintios 3:16, donde el Apóstol Pablo afirma: ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?

Las Escrituras Antiguas Hindúes se refieren al Hombre como una "reflexión en la materia" de su Dios Interno, y en esa literatura abundan referencias a este tema. El Bhagavad Gita, en su totalidad, para citar ejemplos, es un diálogo entre el Dios Interno del Hombre, "Krishna," y el Ego Humano, ahí llamado "Arjuna." En la siguiente cita, Krishna, al hablarle a Arjuna, dice:

Es solamente una porción de mi propio ser la que asume vida en este mundo de existencia condicionada, la que reúne los cinco sentidos y la mente para que obtenga un cuerpo y lo deseche más tarde. Y a medida que esa porción de mi ser toma o deja un cuerpo, así se lleva con ella esa mente y los sentidos, así como la brisa se lleva la fragancia de las flores. Gobernando sobre la vista, el oído, el tacto, el sabor y el poder del olfato, así como también sobre la mente, esa porción experimenta los objetos de sensación — Capítulo XV

Y en el Capítulo XVIII, Krishna dice:

En el corazón de toda criatura mora El Señor, — Ishwara — [el Rayo individualizado del Espíritu Cósmico en todo ser humano], quien por su mágico poder causa que todas las cosas y criaturas giren subidos sobre la rueda universal del tiempo. Refúgiate en Él y solo en Él . . .

A pesar de que nuestro conocimiento de la Divinidad dentro de nosotros es impreciso e incompleto, no está faltando del todo. ¿De dónde provienen los impulsos del Hombre hacia los actos nobles y generosos, el autosacrificio, la benevolencia y la compasión? ¿Qué es lo hace que una madre sacrifique su propio interés por el bienestar de sus hijos? ¿Qué mantiene al hombre más humilde lleno de fe cuando ejecuta sus obligaciones sencillas? ¿Quién es el que le habla al Hombre a través de la voz de la conciencia? ¿De dónde provienen las inspiraciones de los genios, la música y el arte? ¿Por qué describe el poeta a la mente del hombre acerca del Milenio, ese estado ideal donde el amor, la belleza y la armonía reinan en "algún lugar" — en lejanas tierras prohibidas para los pies mortales? ¿Y por qué el hombre responde en su corazón a estas ideas, y en su oportunidad sueña y espera por ese estado ideal? ¿Qué es lo que hace al hombre que esté siempre desasosegado e insatisfecho con sus logros terrenales, siempre buscando algo más, y no sabe qué? ¿Será el recuerdo de algún estado superior ya olvidado, una época de oro, "un paraíso," que de alguna forma se perdió, y que ahora lo obsesiona y trata de atraer su atención?

Para contestar a todas esas preguntas, la Sabiduría Antigua nos dice que este deseo de subir, esos impulsos hacia cosas superiores, vienen al hombre desde la Fuente Divina dentro de su propia naturaleza, su Dios Interior, el Rayo en el Hombre desde el Único Sol Espiritual. Es en esta parte de su naturaleza que el hombre siente su identificación con la vida. Los dictados que vienen a él desde ese lado de la naturaleza, son siempre dirigidos hacia la armonía y la buena voluntad, siempre tienden hacia la unidad y la fraternidad.

En esta etapa presente de desarrollo, el hombre a menudo falla al responder a esos impulsos de arriba, y así, el hombre exterior, la "Imagen," la "Reflexión del Dios Interno" se deforma y se distorsiona, pero cuando responde en alguna medida, él crece aún más cerca de su ideal interno. A medida que la evolución se desarrolla, el Dios Interno del Hombre se manifiesta más y más en su vida material.

Antes de continuar con nuestro estudio respecto a los principios de la constitución del Hombre bajo el Yo Humano, recapitularemos lo que ya hemos estudiado hasta ahora. Empezando esta vez desde "la parte superior," y ubicando cada elemento en su orden adecuado, primero tenemos el Rayo desde la Conciencia Universal, el cual se automanifiesta mediante varios vehículos en los diferentes planos de la Naturaleza, de los cuales el más alto es el Dios Interior del Hombre. El siguiente en la escala es el Ego con sus diferentes aspectos, ya sea como el Más Alto, o el Yo que reencarna; luego, el Ego Humano, o la conciencia común de sí mismo, con sus aspectos superior e inferior, el primero siendo el verdadero Ego Humano; y el último, siendo el Ego Personal.

Ahora estudiaremos los principios o vehículos utilizados por el Ego en su contacto con los planos mental, intermedio y físico, de la existencia.

La Mente

Cuando el Ego está activo en el plano mental, es como alguien que observa una película de imágenes de pensamientos formando una camándula ante su visión interna. Esta actividad mental comienza cuando el Ego regresa al cuerpo después de su ausencia cuando duerme, y continúa hasta que el Ego vuelve a dejar el cuerpo durante la noche.

Mucha gente no hace ninguna distinción entre las imágenes de pensamientos, a las cuales observa, y el Ego. El espectador está tan interesado en las imágenes que ve, que se autoidentifica con ellas. Cuando estamos tan envueltos con esas imágenes y fallamos en hacer la distinción entre ellas y nosotros mismos, nos convertimos en esclavos de la mente. Nuestros pensamientos van de acá para allá, uno dándole origen al siguiente, y así somos arrastrados tras ellos dondequiera que quieran llevarnos. No somos conscientes de esta esclavitud en ese momento, como quiera, porque nos hemos autoidentificado erróneamente con esos nuestros pensamientos.

Otras veces hacemos efectivo nuestro poder para controlar la mente, porque podemos remover un asunto y colocarlo en otro lugar. La mente, como quiera, puede ser obstinada, y puede revertirlo a donde estaba primero. Pareciera que camina sobre surcos y que tiene voluntad propia, lo cual es, a menudo, opuesto a nuestra voluntad; pero sabemos que si usamos suficiente poder de voluntad, podemos superar la terquedad de la mente y hacerla que obedezca nuestra voluntad.

Esto produce dos importantes realidades: Primero, no somos idénticos a nuestras mentes, sino distintos y separados de ellas. Por esta razón es que somos capaces de abstraer nuestra mente de algo que juzgamos indeseable y colocarla en algo constructivo. Segundo, el hecho de que podamos controlar la mente, a veces demuestra que no necesitamos ser esclavos de esa mente, sino que podemos extender ese control al practicar y perseverar hasta obtener completa maestría sobre ella.

La relación entre el hombre y su mente es similar a la que existe entre el jinete y su caballo. El caballo tiene deseos y voluntad propios, y si se le permite seguir sus inclinaciones, vagaría sin ninguna dirección de un lugar a otro, tal vez trayendo dificultades a su amo. Pero un jinete que conoce su oficio, controlará al caballo, y lo dirigirá hacia su propósito útil, lo que al final beneficiará a ambos, caballo y jinete. El caballo es un buen servidor, pero es también un director sumamente pobre.

La mente, como el caballo, es un maestro pobre, pero puede ser un servidor maravilloso cuando se le entrena y se le sujeta bajo control. Sabemos que con suficiente poder de voluntad, podemos concentrar la mente sobre un punto sencillo, y así resolver problemas que podrían nunca haber sido resueltos al haberle permitido a la mente vagar ociosamente y sin control. Entonces, la mente es un instrumento que el Ego puede usar, y el cerebro es, a su vez, la herramienta de la mente. En las Escrituras Antiguas Hindúes, la mente es conocida como "el órgano del pensamiento."

La mente es dual por naturaleza. La parte superior está en contacto con nuestra naturaleza espiritual, mientras la inferior es dependiente del cerebro y sus sentidos físicos, y gira alrededor del lado material de nuestra naturaleza.

Cuando el Ego centra su atención en la Mente Superior, se da cuenta de su identidad con toda clase de vida. Así, piensa y siente al unísono con sus prójimos. Busca expresión de sus pensamientos y actos de altruismo y compasión. Reconoce el lado bueno de los demás, y por su confianza y fe, ayuda a fortalecer ese lado bueno.

La mente inferior es el resultado del Rayo de Conciencia al trabajar a través de la constitución humana, y está asociada muy cercanamente con el cerebro y los deseos del cuerpo, al autoidentificarse con ellos. La mente recibe impulsos de los órganos del cuerpo, los cuales demandan satisfacción de sus deseos variados. Esto tiene que ver con comodidades y placeres personales y con los pequeños problemas de cada día de la vida. La mente se da cuenta que su propio vehículo es distinto y separado de los otros vehículos. Por lo tanto, siente que sus intereses riñen con los de los demás. Así, se vuelve interesada en ella misma y excluye a los demás, y a menudo planea y esquematiza para obtener ventajas sobre sus prójimos, porque no reconoce su identidad con ellos. Cuando no está ocupada en una tarea especifica, flota sin rumbo, de un pensamiento a otro, o es estimulada a entrar en actividad por sucesos exteriores.

No existe una línea de diferenciación entre las Mentes Superior e Inferior; una se mezcla imperceptiblemente con la otra. El Ego puede centrar su atención solamente en una parte de la mente a la vez, y sólo esa parte se activa por esa vez.

Por usar constantemente la Mente Superior en pensamientos altruistas y constructivos y en un idealismo grandioso, el lado espiritual de nuestra naturaleza crece más fuerte. Después de muchas encarnaciones, y al haber transferido nuestra conciencia a esta parte de nuestra constitución, pasaremos con una conciencia completa, atravesando la puerta de la muerte, a la condición que sólo los seres espirituales alcanzan.

Disposición de Ánimo, Sentimientos, Emociones

Otro lado de nuestra naturaleza incluye atributos como disposiciones de ánimo, sentimientos y emociones. En diversas oportunidades nos sentimos serenos o irritados, pesimistas o entusiastas, felices o deprimidos. A veces somos compadecidos con nuestros prójimos; y otras veces, indiferentes. A veces oscilamos entre odio y venganza, y después, entre amor, generosidad y buena voluntad. A menudo, no experimentamos estos sentimientos tan extremados, pero somos conscientes de sus influencias sobre nosotros. Como sucede con nuestros pensamientos, también podemos apartarnos y ver el flujo y reflujo de nuestras emociones. Aprobamos ciertos sentimientos, pero a otros los juzgamos indeseables.

Al describir nuestras disposiciones de ánimo, a veces usamos la expresión de que estamos en cierto "estado de ánimo." Esto aparenta ser una descripción acertada, porque el Ego ve todo desde un solo ángulo fijo, con la exclusión de otros puntos de vista. Si estamos felices, todo nos parece prometedor; no podemos entender cómo pudimos haber sido tan miserables antes. Si nos sentimos pesimistas, todo nos parece lúgubre y dudamos que nunca más volveremos a sentir felicidad otra vez.

Nuestros sentimientos y disposiciones de ánimo pueden tener un dominio fuerte sobre nosotros. Sabemos por experiencia que las disposiciones de ánimo no son permanentes, sino variables. El cambio puede venir lentamente y una disposición de ánimo se termina como resultado de las obligaciones rutinarias de cada día. O podemos ser sacudidos bruscamente de nuestro estado de ánimo por algún suceso exterior, como cuando suena el teléfono, o cuando un amigo nos da una noticia importante que demanda acción inmediata de nuestra parte. Como sea, no necesitamos esperar por circunstancias externas para sacudirnos de un estado de ánimo indeseable. Podemos obtener el mismo resultado si resueltamente abordamos un trabajo útil o constructivo que requiera nuestra atención total. También sabemos que podemos cambiar nuestras disposiciones de ánimo con el uso de fuerza de voluntad pura, y el método consiste en substituir deliberadamente una disposición de ánimo indeseable por la opuesta. Podemos rechazar ser miserables y abatidos, y en su lugar, cultivar una posición de buen humor. Podemos rechazar darle oportunidad a las actitudes irritantes y críticas, al substituirlas por tranquilidad y amistad. (Un artículo muy útil sobre esta materia es "Impresiones Cíclicas y de Retorno y Nuestra Evolución," de W. Q. Judge, disponible de la Logia Unida de Teósofos, 245 W. 33rd St., Los Angeles, CA, 90007)

Como sucede con los pensamientos, nuestras emociones también parecen tener voluntad propia, y a menudo es difícil controlarlas. Pero a medida obtenemos control sobre ellas, sabemos cómo lograrlo, y nuestra capacidad sobre ellas se incrementará con la práctica.

Por lo tanto, sabemos que es posible separarnos y observar el flujo y reflujo de nuestras emociones y juzgarlas, y porque tenemos el poder de dirigir sus corrientes por medio de nuestra voluntad, es evidente que no somos idénticos con nuestras disposiciones de ánimo y sentimientos, tal y como sucede con nuestras formas de pensar.

El Cuerpo Modelo

La ciencia médica ha acumulado un conocimiento enorme con respecto al cuerpo humano, incluyendo la relativa al cerebro, el sistema nervioso, los músculos y sus numerosos órganos. También puede explicar como la luz, cuando alcanza los ojos, y las ondas de sonido, cuando llegan al oído, son transmitidas a través de varios mecanismos intermedios hasta alcanzar el cerebro mediante los nervios.

Como quiera, todavía existe un vacío en nuestro conocimiento de cómo un pensamiento se vuelve una acción; de cómo un impulso mental, un acto de voluntad, pueden ser transmitidos desde la conciencia al cerebro, y así, finalmente pueda causar que la materia en un músculo obedezca una orden emitida desde la voluntad. Así mismo existe un vacío en nuestro conocimiento de cómo las impresiones sensoriales desde el mundo físico exterior, tales como el sonido y la luz, después de que alcanzan el cerebro como impulsos nerviosos, son transmitidas del cerebro a la conciencia.

La Sabiduría Antigua nos dice que la Conciencia y la Mente no pueden actuar directamente sobre la materia física bruta, sino que existe en la Naturaleza materia más etérea y refinada que la materia bruta que conocemos. Existen otras formas de energías, intermediarias entre nuestras energías mentales y esa materia etérea antes mencionada. Es por medio de esas energías, todavía desconocidas, que los impulsos mentales "bajan" o se transforman hasta que alcanzan el cerebro. Desde allí, los impulsos son retransmitidos como impulsos nerviosos que finalmente afectan a los músculos y dan, como resultado final, acciones sobre el plano físico.

La Sabiduría Antigua va más allá, al decirnos que el hombre tiene un cuerpo interno e invisible, construido con esta materia etérea e invisible, y que nuestro cuerpo físico bruto es un duplicado exacto en materia física de este cuerpo etéreo. En realidad, nuestro cuerpo físico toma su forma, está hecho en forma coherente y retiene su relativamente apariencia estable por estar construido, "ladrillo por ladrillo," célula por célula, de acuerdo a esta estructura o cuerpo modelo. El cuerpo modelo, hecho de una substancia más etérea, es sensible a los impulsos mentales, y los traduce en actos físicos. Así, el Yo es capaz de imponer su voluntad sobre el cuerpo físico mediante las energías intermediarias del cuerpo modelo y la mente.

El Cuerpo Físico

En nuestra enumeración de las diversas partes que componen la constitución del hombre, ahora venimos finalmente a la parte más material, el cuerpo físico. Esta es la única parte del hombre que es visible, todas las demás están ocultas.

El cuerpo humano es un instrumento verdaderamente maravilloso, con todos sus órganos y facultades cooperando para hacerlo una unidad viviente — el lado animal del hombre. Por medio de este cuerpo y sus cinco sentidos y su cerebro físico, el Ego es capaz de contactar el mundo material, aprender y evolucionar por experiencia.

El cuerpo es la "fachada" de la naturaleza compleja del hombre, la parte que "sale a la calle," la parte que "se muestra afuera," por así decirlo. Detrás de esa fachada, el hombre vive una vida interna en sus otros principios invisibles. El cuerpo es "la alcaldía" en esa pequeña comunidad de varios elementos que componen la constitución humana. Es el centro común donde todos los elementos se reúnen; en donde todos y cada uno de esos elementos confrontan sus deseos y demandas diversas, aspiraciones y anhelos. Si la "reunión del pueblo," la cual es celebrada por esos intereses conflictivos, es dirigida por un Ego que está inspirado y gobernado por el Rayo de Divinidad en su núcleo, todos los elementos cooperarán, y el resultado será una vida armoniosa y útil. Si el Ego se entrega a los elementos indisciplinados inferiores, el resultado será desarmonía y sufrimiento; aunque este sufrimiento, a su debido tiempo, causará que el Ego escoja un camino más sabio posteriormente.

Mucha gente se autoidentifica sólo con sus cuerpos, y creen que el cuerpo es la parte principal de ellos. Un pequeño análisis demostrará que esto no es cierto.

Si observamos a alguien que duerme, notaremos que el cuerpo yace allí tranquilamente, ejecutando ciertas funciones automáticas. El corazón palpita, la sangre circula, los pulmones respiran, etc. Los ojos están cerrados, pero los oídos reciben sonidos de afuera; sin embargo, no responden a esos sonidos. Si hubiera un centenar de cuerpos durmiendo enfrente de nosotros, todos ellos actuarían más o menos igual. El cuerpo que vemos delante de nosotros, no es el amigo a quien conocemos tan bien. Las cualidades en él, que nos gustan y que lo hacen único, se han separado por ellas mismas del cuerpo que duerme, y abandonaron el lugar por ese tiempo que transcurre, a lo mejor para retirarse dentro de la parte más etérea de la constitución interna. Somos incapaces de contactar la parte real de nuestro amigo a través de su cuerpo que duerme, pero sabemos que él está vinculado en alguna forma con ese cuerpo. Él no puede contactarnos, a menos que regrese a ese cuerpo y tome control sobre él. A partir de esto vemos que el cuerpo no es ese hombre por sí mismo, sino que, al igual que la mente, es una herramienta utilizada por el Ego para su evolución aquí en la Tierra.

La parte que se ausenta durante el sueño es más esencial que el cuerpo que duerme enfrente de nosotros. Si llamamos "alma" a esta parte ausente y esencial por ese tiempo que transcurre, nos damos cuenta que seria más apropiado decir que ese hombre es un alma y que tiene un cuerpo, en lugar de decir que el hombre es un cuerpo y que tiene un alma.

El cuerpo se vuelve más débil después de la madurez, pero la mejor parte del Yo Humano, la parte que ha centrado su conciencia en los principios superiores de su naturaleza, no es afectada por la declinación del cuerpo. El verdadero Yo Humano sabe que él no es el cuerpo, y se siente "joven en espíritu," a pesar de su cuerpo decadente. Es solamente la parte más inferior del Yo Personal, la parte que se ha identificado con el cuerpo, la que siente que se está volviendo vieja.

Armonizando Principios

Los numerosos elementos de la naturaleza del hombre — que acaban de ser enumerados — no están separados en diferentes "compartimientos," sino que forman un conjunto armonioso y se interpenetran unos con los otros para que cada principio tome parte, hasta cierto punto, de la naturaleza de todos los demás. Justamente como los colores prismáticos se mezclan y se combinan, y cuando todos están presentes producen la luz blanca, así también los principios del hombre se armonizan y combinan, y cuando todos están presentes producen un hombre completo.

Durante nuestra vida en la tierra, todos ellos están, directa o indirectamente, asociados con el cuerpo físico. El Ego puede cambiar su atención de una porción de su naturaleza a otra un ciento de veces al día, pero la transición de una a otra es tan suave y gradual que, a menudo, no notamos que un cambio ha ocurrido.

Será interesante en este momento, dar otro extracto de los Upanishads, a fin de demostrar como los Maestros de ese período ilustraron la naturaleza compuesta del hombre:

Sabemos que el alma (el Ego) está sentada en un carro de guerra, y que el cuerpo es ese carro. Sabemos que la mente es el auriga (conductor), y que la voluntad constituye las riendas.
Ellos dicen que los sentidos son los caballos, y que las cosas de sensación constituyen el camino. El sabio declara que el alma migratoria es el Yo artificiosamente presente en el cuerpo, en los sentidos y en el asiento común de sensación.
Pero si el auriga, la mente, es inexperta, y las riendas están siempre flojas, sus sentidos estarán siempre ingobernables, como caballos que no obedecen al auriga.
Pero si el auriga es experto, y en toda ocasión sostiene firmemente las riendas, sus sentidos estarán siempre dóciles, como caballos que obedecen al auriga.

Los sentidos y los órganos del hombre están constantemente buscando gratificar sus ansias, y son, por lo tanto, "los caballos" que proveen la fuerza motriz de la actividad del hombre. "Las cosas de sensación" son los objetos del mundo material que pueden gratificar los sentidos; de aquí que ellos hagan "el camino" en el cual "los caballos" viajan. El alma, el Ego, es el pasajero del carro. El conductor, el auriga, es la Mente, y si es experta, y obedece las órdenes de su Maestro, el Ego, y por medio de la voluntad mantiene a los sentidos bajo control, todo saldrá bien. Pero si la Mente distrae su atención, los sentidos pueden volverse desenfrenados y pueden poner en peligro la seguridad del Ego.

Hay una expresión moderna que muestra que el hombre práctico de hoy acepta un punto de vista no tan diferente de esa mostrada en la ilustración precedente, la cual fue tomada prestada de los antiguos. La versión moderna no entra en mucho detalle, sencillamente establece: "Es experiencia lo que obtenemos, mientras buscamos por algo más." El "algo más" es normalmente dinero, lo que representa sencillamente nuestra habilidad para satisfacer nuestros deseos. Son nuestros deseos lo que nos envía en búsqueda de "las cosas de sensación" y nos hace intentar esa aventura o lo que fuere, a fin de obtener nuestros propósitos. Al final del camino, y muy frecuentemente, no conseguimos lo que anhelamos. Pero obtuvimos una cosecha de experiencia, la cual no la habríamos conseguido si no hubiéramos hecho el esfuerzo; y es experiencia lo que debemos obtener si vamos a evolucionar. De esta manera, un motivo egoísta se autoderrota, y las experiencias desilusionantes nos pueden conducir a cierto desarrollo.

El Carácter

Como la constitución humana, con sus diversos principios o "herramientas" enumeradas anteriormente, es igual para todos los hombres, sería natural esperar que los hombres fueran parecidos en toda forma. Como quiera, esto no es cierto. Vemos por todas partes grandes diferencias en características entre los hombres, diferencias en disposición, temperamento, conceptos de vida, etc. También notamos enormes diferencias en dones, talentos y aptitudes naturales. Esas diferencias no solamente existen entre adultos, sino que aparentemente también se dan entre niños. Madres de familias grandes nos dirán que tales diferencias existen desde el mero principio, y se vuelven aparentes tan pronto como el niño desarrolla sus facultades necesarias para autoexpresarse. Esas cualidades aparentes se muestran antes que la educación o el medioambiente puedan haber tenido cualquier influencia. Ellas se desenvuelven desde dentro y no son el resultado de implantaciones externas.

De esta manera, uno de los hijos de los mismos padres puede tener una disposición alegre y feliz; otro, una más seria, o quizá una malhumorada. Uno de ellos puede ser pulcro y ordenado; mientras otro es descuidado; uno de ellos puede ser generoso; y otro, egoísta; uno de ellos puede ser temerario e informal; mientras otro es cauteloso y digno de confianza.

A menudo existen diferencias impresionantes, aún entre niños de la misma familia, ya sea en sus talentos, aptitudes o dones "innatos" naturales. La simple expresión "innatos" demuestra un reconocimiento del hecho de que tales cualidades no se adquieren, sino que deben haber existido aún antes del nacimiento. De esta manera observamos que algunos niños encuentran las matemáticas así de fáciles, mientras los idiomas les parecen difíciles. A algunos les gusta la música y el arte, mientras que otros son inclinados hacia la mecánica, algunos parecen estar dotados en muchas formas, mientras otros no tienen aptitudes particulares.

Cuando tales diferencias aparecen entre niños de familias distintas, una discrepancia en herencia es normalmente responsabilizada como la causa, pero cuando diferencias igualmente grandiosas ocurren entre niños de la misma familia, donde la herencia es idéntica, debemos buscar la causa en alguna otra forma.

Las tendencias de un niño hacia la música se autorevelan muy temprano en la vida, y a menudo, antes de que ningún entrenamiento o enseñanza musical haya ocurrido. La historia de las vidas de casi todos nuestros músicos grandiosos, dan fe de que el talento del genio musical se automanifiesta a un grado extraordinario en una niñez temprana, y frecuentemente, en medio de familias donde no ha habido herencia que garantice su aparición.

Es una realidad de que las cualidades innatas pueden ser modificadas mediante entrenamiento, educación y por el medioambiente. La enseñanza sacará lo que ya está por dentro; pero si el talento no se encuentra allí para comenzar, el resultado será pobre. Esto es evidente cuando observamos el efecto enorme y diferente cuando se da exactamente el mismo entrenamiento a varios estudiantes en el mismo grupo.

Las cualidades enumeradas anteriormente, como el temperamento, disposición, talentos y aptitudes, cuando se toman colectivamente, distinguen a un individuo de otro, y constituyen su carácter. Ese carácter puede ser modificado mediante educación, entrenamiento y por el medioambiente, pero porque se manifiesta antes de que cualquiera de esos factores haya tenido tiempo de operar, el carácter debe ser innato en lugar de ser adquirido. Y debido a que frecuentemente difiere del de sus padres, no puede ser explicado como un efecto hereditario. Entonces, ¿Cómo explicamos la existencia del carácter? La Sabiduría Antigua nos muestra que es un patrimonio que el Ego acarrea con él desde una existencia anterior.

La Construcción del Carácter

La palabra carácter proviene del griego, y significa "imprimir, grabar o inscribir." Antes de la época del papel, existió la costumbre de grabar letras en piedras, o estamparlas sobre lápidas de arcilla. Cada letra tuvo una marca, identificándola, que la distinguía de las demás. Aún hoy, cuando hablamos de las letras del alfabeto, nos referimos a ellas como los "caracteres" del alfabeto, teniendo en mente que todas ellas se distinguen unas de las otras por su marca característica.

Por lo tanto, el carácter de un hombre lo constituye las peculiaridades colectivas o cualidades que lo distinguen de los demás.

Construimos nuestro carácter al repetir pensamientos, al repetir emociones y sentimientos, y por lo hechos que resultan de ellos. Piensa en algo muy a menudo y con suficiente tiempo, y ese pensamiento tendrá expresión, tanto así como la palabra o la acción. Repite un hecho muy a menudo, frecuentemente, y se convertirá en un hábito. Un pensamiento es pronto rechazado, un hecho es prontamente olvidado, pero dejan una marca en el carácter, aunque sea ligero. Cuando se vuelven costumbre, ellos se autograban profundamente en la parte invisible de la naturaleza del hombre.

También construimos esa parte de nuestro carácter que incorpora nuestros dones, talentos y aptitudes innatas. Construimos esa parte al repetir esfuerzos durante entrenamientos de esas líneas diversas, para que esos "dones" no se conviertan en favores no merecidos, sino para afirmar que son parte nuestra y que funcionan para nuestro beneficio. Ellos son recuerdos de habilidades pasadas, obtenidas mediante esfuerzos en vidas precedentes y preservadas por nosotros en la parte invisible de nuestra naturaleza.

De esta manera, el carácter no es un principio separado o un segmento independiente de la constitución del hombre, sino que el carácter es la colección de hábitos y tendencias consecuentes que hemos construido en todas las partes de nuestra constitución. Es la acumulación de hábitos del cuerpo, de las emociones y sentimientos, de los hábitos de la manera de pensar y de la moral, hábitos de obedecer a la voz de la conciencia, o de ceder a la tentación, como también, hábitos de entreno en todos los campos del esfuerzo. Es lo que hemos construido en nosotros mismos.

El efecto acumulado de todos esos hábitos nos dan una tendencia, un "rumbo" en cierta dirección, una predisposición, una "predilección" que hace fácil y natural para nosotros a que actuemos dentro de esos surcos que el hábito ha marcado.

Es nuestro carácter o nuestros hábitos colectivos lo que determina como reaccionaremos a los impactos repentinos de las circunstancias externas, y lo que nos vuelve "prontos para actuar" en esta o en esa dirección. Es también nuestro carácter lo que determina lo que nuestra manera de pensar hará cuando nuestros pensamientos no están dirigidos por nuestra voluntad. También es lo que determina que será de nuestras emociones y sentimientos cuando ellos no están bajo control, y se les ha permitido que encuentren su propio nivel. Lo que hace que este nivel sea alto o bajo, bueno o malo, depende de la dirección e impulso que hayamos permitido.

El carácter es el ropaje interno e invisible que el Ego teje alrededor de sí mediante sus pensamientos y acciones, hebra por hebra, fibra por fibra, justamente como la larva construye su capullo en el cual debe vivir más tarde. Durante la vida mejoramos este carácter, o lo degradamos y lo echamos a perder. Al final de la vida, el carácter todavía permanece como una acumulación de fuerzas y energías, y como tal, no puede ser aniquilado ni destruido. ¿Qué le sucede al carácter después de la muerte?

Las Enseñanzas Antiguas afirman que permanece inalterado y latente en planos internos de la Naturaleza, hasta que en edades distantes el Ego regresa a tomar cuerpo físico; y así, ese Ego reencuentra su patrimonio, ese carácter, el cual ha estado esperando por su dueño. Es como un cheque de viajero, enviado con anticipación, esperando en su destino a que llegue el viajero. Es la "Voluntad y Testamento" que nuestro actual ser hace para su futura existencia, cuando ese Ego regrese a la Tierra como un niño recién nacido — el cual ahora empieza a automanifestarse nuevamente — es el "capital" con el que comienza su nueva reencarnación. La entidad recién nacida, por lo tanto, es virtualmente una reproducción de la entidad que ya existió previamente.

Porque el carácter — ese "ropaje" en el cual estamos ahora envueltos, nuestro yo de cada día — es el efecto acumulado de nuestras maneras de pensar y de nuestros hechos pasados, bien podemos decir que son nuestros propios trabajos manuales, nuestro propio Karma. Con esto en mente, es fácil entender la afirmación de Pitágoras, que dice: "Somos nuestros propios hijos." Cuando consideramos que nuestras disposiciones y tendencias, nuestras habilidades y talentos son todos "recuerdos" de hábitos adquiridos en existencias pasadas; y que por lo tanto, nuestro carácter es nuestra memoria colectiva de todas nuestras vidas pasadas, es que podemos entender el significado de la expresión de Platón: " . . . toda investigación, todo conocimiento, es simplemente un recuerdo."

Podemos tener cosas almacenadas en los "áticos y en los roperos" de nuestro carácter y no estar conscientes de ello. Mucha gente se conmociona al recibir impulsos de maldad súbitos y no provocados. Otras veces los impulsos pueden ser de naturaleza beneficiosa. Esos impulsos son inyecciones en la conciencia que provienen de maneras de pensar aparentemente olvidadas, y que han estado depositadas por un largo periodo de tiempo en el pasado. En el transcurso del tiempo, todos los depósitos escondidos en nuestro carácter resurgirán a la superficie; los de maldad, para ser remediados o para desecharlos; los de bondad, para desarrollarlos nuevamente y reforzarlos.

Muchos son internamente conscientes de tener talentos no desarrollados, los que no se han autoexpresado por falta de oportunidad. En su debido tiempo, esos dones encontrarán expresión, y de esta manera, serán cultivados y mejorados.

El carácter de un hombre está profundamente arraigado y no cambia de un día para otro, o de hora en hora, como lo hacen nuestra manera de pensar y nuestros sentimientos. No podemos sacudirnos nuestro carácter como lo hacemos con nuestra disposición de ánimo, pero podemos cambiarlo y remodelarlo con el mismo método que utilizamos al construirlo. Si un edificio no es lo que debería de ser, y queremos remodelarlo o reconstruirlo, eso sólo puede lograrse al reemplazar partes defectuosas por unas nuevas y mejor diseñadas, y esto debe hacerse poco a poco. No puede lograrse con un impulso sencillo, sino mediante un proceso lento y laborioso. Esta es la razón por la cual deberíamos ser muy cuidadosos con nuestra manera de pensar y con nuestros hechos cuando ocurren por primera vez. Debemos hacerlo de tal forma que no haya oportunidad de que sean reemplazados en un futuro.

No existen atajos para remodelar el carácter. Esa es la razón por la cual las resoluciones de Año Nuevo, aunque beneficiosas, son tan a menudo inefectivas. En nuestra euforia pasamos por alto la realidad de que lo que esperamos que cambie con un mínimo esfuerzo, fue construido por pensamientos y hechos, repetidos una y otra vez, durante largos periodos en el pasado. A fin de que funcione, el esfuerzo debe ser constantemente renovado y resueltamente continuado a lo largo del año, mes a mes, día a día.

Sin embargo, si una resolución no es completamente realizada, aún así es mejor a que no haya ninguna; porque ningún esfuerzo se pierde, y es al menos, un ladrillo reemplazado. Si entendemos la magnitud de la tarea que estamos llevando a cabo al cambiar hábitos viejos y establecidos, nos mantendrá alejados de perder el ánimo, aunque el avance nos parezca más lento de lo que esperamos, y nos ayudará a mantener siempre fresco el esfuerzo.

El Destino del Hombre Se Construye por Esfuerzos Propios

Se ha dicho que nuestro carácter es lo que hemos hecho por nuestros propios esfuerzos, como un resultado de todos nuestros pensamientos y hechos, y sus hábitos consecuentes. Nuestro carácter nos da un "rumbo" o una inclinación en cierta dirección, y si se mantiene sin alteración, ese carácter determinará nuestro destino final.

Hay una porción de Sabiduría Oriental que dice:

Si siembro un pensamiento, cosecharé una acción;
Si siembro una acción, cosecharé un hábito;
Si siembro un hábito, cosecharé un carácter;
Si siembro un carácter, cosecharé un destino.

Si vivimos utilizando lo máximo que tenemos, nuestro carácter mejorará constantemente y nos pondrá en el camino hacia un destino brillante y fructífero. Si nos parece que vamos en una dirección equivocada, ello puede ser cambiado, pero para hacerlo, debemos cambiar primero nuestro carácter. Para hacer eso, debemos cambiar nuestros hábitos, nuestras acciones y nuestros pensamientos, lo cual, por supuesto, toma tiempo y requiere esfuerzo continuo.

La siguiente cita, tomada de Dhammapada, una Escritura Budista, nos muestra que los Antiguos enseñaron hace miles de años que nuestro carácter está construido por nuestros pensamientos:

Todo lo que somos es la consecuencia de lo que hemos pensado. Está basado sobre nuestros pensamientos; está derivado de nuestros pensamientos. Si un hombre habla o actúa con un pensamiento de maldad, el sufrimiento lo perseguirá, exactamente como la rueda sigue a los pies de los bueyes que halan la carreta.
Todo lo que somos es la consecuencia de lo que hemos pensado. Está basado sobre nuestros pensamientos; está derivado de nuestros pensamientos. Si un hombre habla o actúa con un pensamiento inocente y puro, la felicidad lo seguirá, exactamente como una sombra que nunca lo dejará.
"Me trató severamente; me golpeó; me venció; me robó" — todos los que cultivan tales sentimientos tendrán odio sin cesar.
"Me trató severamente; me golpeó; me venció; me robó" —todos los que no cultivan tales sentimientos verán morir el odio.
Porque el odio nunca es superado por odio en ninguna oportunidad. El odio muere mediante el amor. Esta es la regla sabia.

Así, nuestro destino es finalmente determinado por nuestros propios pensamientos y acciones. No estamos "predestinados" a nada ni por nadie. A medida que cambiemos nuestro carácter, ya sea por uno bueno o por uno malo, así también autodeterminaremos, por esa sencilla razón, nuestro propio destino.



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