Expansión de Horizontes — James A. Long

El Ser Humano: en Parte Atomo, en Parte Galaxia

Pregunta — Durante el último semestre, varios estudiantes nos reunimos una vez por semana y tuvimos charlas entusiastas; nuestros puntos de vista versaron desde lo más material, ateo, hasta lo metafísico. Pero siempre terminamos contra una muralla. A pesar de nuestro conocimiento científico, o de nuestros varios antecedentes religiosos (hubo entre nosotros unos pocos no cristianos), la pregunta que quedó sin contestar fue ésta: ¿Quién es el hombre?

Comentario — ¿Quién es el hombre? Si supiéramos quiénes somos, desde el centro divino de nuestro ser hasta el vehículo más externo, el cuerpo físico, habríamos resuelto el misterio de la Vida en todas sus fases. ¿Por qué Ud supone que el Oráculo Délfico dio una respuesta en aquellas ya inmortales palabras, Conocete a ti Mismo? ¿Por qué fueron ellas inscritas sobre el portal del templo de Apolo, si no fuese como una advertencia diaria de que, si uno quisiera conquistar los secretos de la Naturaleza, primero tendría que dominarse a sí mismo.

Si nosotros dijésemos que el hombre es una combinación de átomos y de galaxias, nos acercaríamos tanto a la Verdad como lo hizo San Pablo cuando dijo a los corintios que en el hombre hay un "cuerpo natural" (psyche) y un "cuerpo espiritual" (pneuma) y que el primer Adán "fue hecho un alma viviente; el último Adán fue hecho un espíritu de creciente actividad." Hablamos algo volublemente de nosotros como compuestos de cuerpo, alma y espíritu; pero en realidad no sabemos lo que esto significa. En efecto somos mucho más que esto; mente, intuición, deseos; toda clase de cualidades componen al hombre.

Pregunta — Esa fue precisamente la dificultad. Tratamos de comparar el Nuevo Testamento con la filosofía budista, pero nos confundimos desesperadamente. También investigamos el pensamiento indostánico y tratamos de relacionar lo que ellos llaman el atma, o el Yo, con el "Espíritu" de San Pablo, que parecía resolverlo. Pero cuando llegamos a la parte ordinaria de nosotros, el problema se resumió así. ¿Cómo podemos manejar este conjunto de fuerzas fluyendo a través de nosotros? ¿Exactamente quiénes somos y cuál es nuestra vinculación con el plan más grande de las cosas? Eso es lo que quisiéramos saber.

Comentario — No debemos esperar saber de pronto todos los detalles con respecto a la evolución del hombre o del universo en que somos una parte necesaria, por muy insignificante que nos sintamos cuando nos comparamos con la Vía Láctea. Podemos tal vez obtener un vistazo aquí y allá de la amplia extensión panorámica del proceso de la creación y por lo tanto de nuestro parentesco con y la participación en el eterno Misterio. El nacimiento del hombre, tanto como el nacimiento de una galaxia o un universo atómico, es un acto maravilloso y nunca algo prosaico.

¿Cómo manejar pues este conjunto de fuerzas contrarias dentro de nosotros? ¿Recuerda usted la carta de Pablo a los Romanos, en la que describió la "guerra entre los miembros" del cuerpo en el hombre? "Porque el bien que quisiera no hago; pero el mal que no quisiera, eso hago." ¿Qué experiencia tan universal: el bien que sentimos hondo en nuestros corazones que queremos hacer, frecuentemente no lo llevamos a cabo; y esas mismas cualidades de carácter las cuales sabemos que son ahora inferiores a nosotros, todavía queremos entregarnos a ellas. ¿Por qué es esto así?

El hombre es verdaderamente en parte átomo, en parte galaxia; pero hay más en la historia de la creación que la mezcla de lo atómico y lo galáctico. De la misteriosa interacción del Espíritu y la Materia sale un "alma-vehículo" en la que todo ser viviente halla su campo natural de acción. Así en realidad todas las cosas, desde los mundos atómicos y los submundos, a través del reino mineral, vegetal, animal y humano, subiendo directamente a las galaxias en el espacio, todos tienen por lo menos una triple expresión: "cuerpo," su forma material, ya sea ella electrón o estrella; "alma," su vehículo de conciencia o expresión de la propia individualidad, por muy rudimentario o inconsciente desde el punto de vista humano que esto parezca; y "espíritu," su raíz esencial en la Deidad.

Pregunta — ¿Quiere usted decir que cada uno de nosotros es realmente una porción de Dios? Es refrescante sentir el vigor de una filosofía que presupone a Dios como dentro de nosotros. Se nos ha enseñado por tanto tiempo nuestro linaje simio; o peor aún, que éramos pecadores miserables, gusanos del polvo del cual se formó a Adán.

Comentario — Dios o Deidad o una porción de la Divina Inteligencia, es nuestra esencial raíz, y si no fuera por eso no estaríamos aquí, sufriendo y gozando de la encarnación en este planeta dentro de nuestro sistema solar, y viajando a lo largo y dentro de los más grandes destinos de las galaxias que forman la Metagalaxia en que nosotros, y el subelectrón más minúsculo, vivimos, nos movemos y tenemos su misma fortaleza vital.

¡Pero no debemos elevarnos tanto en las extensiones superestelares del pensamiento que despeguemos el pie de la Tierra! Nuestra responsabilidad actual es enfrentarnos aquí y ahora al reto de este rápido movimiento de la edad de expansión científica y controlar el desenvolvimiento de las energías de nuestra alma y espíritu, nuestra mente y aspiraciones, para que con el tiempo irradien claramente la luz del sol divino dentro de nosotros.

Además, expulsemos de nuestra conciencia, para siempre, este "gusano del polvo," concepto que es absolutamente falso, y que no tiene lugar en el vocabulario del Hombre, el Pensador. ¡Ni nunca se ha probado la teoría del linaje simio! Hay tanto en contra de ella, hablando desde el punto de vista evolutivo, como lo hay a su favor; y hay mucho más para refutarla, cuando vemos al hombre no como un cuerpo, sino como una Inteligencia flamante, encarnada en la Tierra para aprender las lecciones de la existencia material. ¡Al ser un hecho que nuestra constitución física se ha desarrollado lentamente a través de los eones hasta haberse construido el mecanismo altamente refinado que es hoy, ni la Divinidad ni el fuego de Prometeo de nuestras mentes pudieran haberse desenvuelto de un simio! ¿Hemos considerado la posibilidad de que el simio (y también los monos actuales) sea un resultado de indiscreciones humanas en la historia primitiva de la raza? Eso es lo que sugieren ciertas tradiciones; esto merece una seria consideración, aun desde el punto de vista del desarrollo físico de los primitivos primates. ¿Por qué es que, entre los mamíferos, el cuerpo humano es el más rudimentario y menos especializado, mientras que su mente y las energías interiores de su alma se han desarrollado de maneras extraordinarias, y no parecen tener límites en su poder de evolucionar?

Pregunta — Nunca antes pensé en ello de esa manera. ¿Pero cómo se armoniza nuestra mente con esta perspectiva, y todas aquellas extrañas pero auténticas sugerencias de que somos algo más que nuestras ordinarias emociones y sentimientos?

Comentario — ¿Qué hace al hombre distinto del átomo o de la rosa? ¿Qué le da aquel sentido de conocimiento de sí mismo, aquella cualidad de su consciencia que le separa de los reinos inferiores, y que le hace la desesperación de sí mismo y la gloria de la creación? La mente: activa, dominante, creativa. Recuerden lo que dijo la serpiente a Eva que si ella y Adán probaban el fruto del árbol de la ciencia del Bien y del Mal no morirían, sino que llegarían a ser como dioses, conociendo el Bien y el Mal. La mente del ser humano fue allí transformada en la llama del conocimiento por el ascua de Prometeo, siendo ella misma una chispa del fuego central de la Mente Cósmica. Así llegó a la existencia el conocimiento de lo bueno y de lo malo; y lo de más importancia aún, el reconocimiento de la responsabilidad moral de elegir sabiamente y en armonía con la Naturaleza.

Así había sido alcanzado el punto de no regresar en cuanto al peregrinaje evolutivo del hombre. Ya no pudo él flotar contento, sin rumbo a lo largo de los lentos ríos del progreso. De ahí en adelante tenía que ser emprendedor, haciéndole frente al reto de dirigir su propio desenvolvimiento, y mediante pruebas, aprender que cuanto sembraba tendría que cosechar, durante ciclo tras ciclo de experiencias. ¿Quién entonces es el hombre? Brevemente, él es a la vez Conocedor y engañador de sí mismo: la elección es suya.

Pregunta — ¿Qué quiere decir usted con eso, que somos ambas cosas: Conocedor y engañador?

Comentario — Las referencias de San Pablo al alma y al espíritu, y a que el hombre tiene un "cuerpo natural" y un "cuerpo espiritual," divulgó sólo una parte de la historia. Los antiguos griegos vieron al hombre como teniendo ya cuatro, y otras veces siete principios; pero consideremos ahora los cuatro principios básicos como ellos los concibieron. Además de pneuma o espíritu, hablaron de nous, al cual llamaron el Conocedor o principio mental, que usaban a la vez como psyche, el alma, y soma, el cuerpo, como sus vehículos de desenvolvimiento y experiencia en la Tierra.

Por lo tanto, es nous, el Conocedor, esa porción de la naturaleza del hombre que puede disponer del conocimiento de sí mismo y del universo, cuando sus energías están dirigidas hacia el espíritu; pero cuando es gobernado por psyche, se convierte en el engañador. El antiguo adagio, "La Mente es el matador de lo Real" es a veces demasiada verdad porque, cuando está influida por las emociones inferiores, es el engañador quien dirige, y la astucia, la codicia y la tiranía toman posesión en muchas formas.

Así la mente es bipolar: a la vez el matador y el libertador. Se requiere un conocimiento más amplio del espectro de cualidades que componen al hombre y que igualmente fluyen por el cosmos, si queremos relacionarnos apropiadamente con la Tierra en que vivimos, y comprender inteligentemente cómo enfrentar todas estas fuerzas que influyen en nosotros.

Pregunta — Esta es una frase muy intrigante: espectro de las cualidades. ¿Quiere usted decir que estamos compuestos de siete cualidades, como los siete colores del espectro?

Comentario — ¿Por qué no? Aunque podemos hablar de los diez como hicieron los antiguos egipcios; pero empleemos los siete porque armonizan mejor con lo que nos es familiar en la Naturaleza, tal como las siete notas de la escala musical, los siete colores del arco iris, los siete días de la semana etc. ¿Cómo se llamaron estos siete principios del hombre? Por varios nombres, los cuales se pueden traducir a algo como esto: el divino; el de intuición espiritual; el mental, en sí mismo bipolar, con su parte superior aspirando hacia lo espiritual, y su aspecto inferior inclinándose hacia el próximo "color" en sucesión, llamado deseo; después las fuerzas vitales, que a su turno vivifican al cuerpo modelo o copia en que el cuerpo físico, célula por célula, está construido.

¿Quién es entonces el hombre? El hombre justamente puede llamarse un conjunto de energías irradiantes, sostenido por la esencia dominante de su centro divino, el Padre interior, que a su vez está enraizado en la Divina Inteligencia cósmica que penetra cada unidad viviente en el espacio.

Es significativo que nuestra palabra espíritu es la palabra latina para el aliento, derivada de spiro, respirar, tanto como la griega pneuma también quiere decir respiración o espíritu. Pues algunas de las filosofías arcaicas concibieron la gran Exhalación e Inhalación de la Deidad como los Días y Noches o períodos de Actividad y de Reposo de los mundos. Así, la Moción era la característica esencial de la Deidad, y cuando quiso Dios crear un universo, el "espíritu" de los Elohim (literalmente, ruahh, aliento) se movió sobre la faz de la Profundidad; así el aliento de la vida divina vivificaba la manifestación de todo este universo, y todas las semillas durmientes de la fuerza divina, sea lo que fuesen sus grados, fueron exhaladas de la Obscuridad hacia la Luz.

Pregunta — Esto vierte una luz muy diferente sobre nuestras enseñanzas cristianas. Ese verso tuvimos que aprenderlo del Génesis: Y el Señor Dios formó al hombre del barro de la tierra, y le dio en el rostro un soplo, o aliento de vida. ¿Cómo se relaciona esto con las frases de San Pablo, y también con las siete cualidades del hombre?

Comentario — "Y el Señor Dios formó al hombre del barro de la tierra, y le insufló por la nariz el aliento de vida (neshamah); y así fue hecho el hombre un alma viviente (nephesh)." En los dos primeros capítulos del Génesis hay referencias a tres distintas cualidades de soplos o exhalaciones de la Deidad o el Señor Dios: neshamah, el "soplo de la vida" corresponde en general al pneuma o "cuerpo espiritual" de Pablo; ruahh, el soplo o espíritu de los Elohim que produce al mundo, y que en el hombre es el vivificador de la vida consciente de sí mismo, así frecuentemente vinculado con el griego nous, el Conocedor; y nephesh, el "alma viviente," análoga al psyche o "cuerpo natural" o alma humana ordinaria; así los tres soplos o cualidades se mantienen juntos animando al vehículo o cuerpo físico del hombre.

Relacionando esto con los siete principios o conjunto de energías que es el hombre, podríamos decir que el "cuerpo" de San Pablo comprende a los tres inferiores: las fuerzas vitales, animando al molde astral, o cuerpo modelo, alrededor del que se forma el cuerpo físico. El "alma" se puede decir que abarca los campos del deseo, emoción y mente inferior, pero no los niveles superiores de la mente; mientras que el "espíritu," como un rayo de la esencia divina, es el principio intuicional, impotente en sí mismo de funcionar en la Tierra a menos de que esté unido con la mente como un vehículo factible de expresión.

Cuando sabemos que los elementos químicos de la Tierra se hallan igualmente en el cuerpo del Sol, ¿es tan difícil imaginar que si uno pudiera sacar un espectrograma de las energías del alma y del espíritu del hombre, tanto como de su mente, deseos y aspiraciones, las idénticas líneas se mostrarían en el espectrograma de las energías interiores del dios solar que anima ese orbe físico? Si es correcto el antiguo axioma hermético: "Como es arriba, así es abajo," entonces seguramente las mismas energías fundamentales existentes desde lo divino a lo físico, en el hombre, asimismo han de vivificar y penetrar en cada cosa manifestada. Toda la evidencia de la lógica y la analogía señala el mismísimo espectro de cualidades a través del cosmos entero: octavas de energía radiante, extendiéndose hacia las profundidades del espacio, y hacia lo interior, hasta los mundos dentro de los mundos del átomo.

Pregunta — La ciencia ha adelantado tan velozmente que sabemos muchísimo con respecto a los galaxias por un lado de la gama de vida, y también acerca de las complejidades del mundo atómico; pero nos resulta difícil obtener la perspectiva, de esta constante aceleración de conocimientos. ¿Cómo piensa usted que habría San Pablo reaccionado ante nuestra situación actual con sus informadores?

Comentario — Nadie pudría decirlo; pero en verdad no creo que él se hubiese alarmado mucho. Probablemente él nos habría instado a hacer frente al problema básico: ¿sucumbiremos ante la "era mundana," esa porción egoísta de nosotros que se inclina hacia abajo, o estaremos a la altura de las demandas del Conocedor interior y viviremos creadoramente, dedicando nuestro conocimiento a fines nobles? Una revaluación sana del hombre y de su lugar en un universo dinámico en desarrollo, está muy retardada.

La mente en sí es un dinamo de fuerza radiante, y cuando es frenada por las energías espirituales e intuitivas puede inspirar pensamientos y acciones iluminados. Pero como sabemos demasiado bien, las tendencias inferiores de la mente dejan que los deseos la arrastren de aquí para allá, de modo que los caballos de nuestros sentidos se desbocan y corren desenfrenados. Como dijo el Upanishad, en el carro se sienta el amo adentro, la divina esencia, y corre de nuestra cuenta que el cochero o conductor intelecto-espiritual retenga sabiamente las riendas de nuestra mente para que los caballos de nuestros deseos nos conduzcan en la dirección de nuestra verdadera meta.

Si no hubiese hecho la ciencia y sus campos de estudio, inmensamente aumentados, nada más que quitarnos nuestras vendas teológicas, habría merecido la gratitud de los Protectores de la humanidad, esa larga línea de Grandes Seres Espirituales que vienen periódicamente, como hicieron Krishna, Cristo y Buda, para despertar de nuevo en el hombre su visión espiritual y estimular su anhelo por la Verdad. Nuestro nuevo conocimiento del universo nos está proveyendo más y más evidencia de que, por mucho que esté revestida una parte de nosotros con el "polvo" de la tierra, somos de veras un "espíritu de creciente actividad."



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