Para Iluminar Mil Lámparas: Una visión teosófica — Grace F. Knoche

Capítulo 7

Karma

Mucha consideración se le está dando en estos días a la hermandad con respecto a toda la naturaleza, en cuanto a que estamos vinculados con el sol, la luna y las estrellas, tan cercanamente como lo estamos con los reinos que están ubicados después del nuestro. Aquí se encuentra la unidad de la esencia de toda chispa divina a través de todo espacio debido a la identidad de sus procedencias desde lo Insondable; y sin embargo, y debido a que cada una de ellas produce el resultado de eones de evolución, cada chispa divina tiene estampada su sello único de divinidad. Es una unidad, pero con sus diferencias — y en esto yace el secreto del interminable misterio de la vida. Esto sugiere que un vasto tesoro de experiencias kármicas individuales está encerrado dentro del núcleo de cada uno de nosotros. En resumen, en lo más íntimo de nuestro ser formamos una sola unidad con todos los demás; sin embargo, cada ser humano tiene su cualidad esencial, o carácter, su semilla distintiva, hasta cierto grado, que se mantiene genuina para tomar forma a través de toda la naturaleza de ese ser humano.

Filósofos estoicos de la Antigua Grecia y Roma entendieron que dentro del cosmos, como también dentro de cada una de sus miríadas de vidas, residía un poder creativo, el cual sostiene el plan o propósito, la "razón" de su ser, a lo cual ellos llamaron logos. Para ellos, logos significa spermatikos, "semilla portadora", y de ella, una multitud de "semillas portadoras" individuales toman existencias manifestadas hasta que finalmente regresen a su fuente: "indestructibles semillas de poderes, incontables en número . . . diseminadas por todas partes del universo, tomando forma en todos los lugares, poblando, proyectándose, multiplicándose . . . *

*Edward Vernon Arnold, Roman Stoicism, p. 161.

Durante todo su ciclo en la tierra, cada una de esas miríadas de semillas portadoras está evolucionando; y por lo tanto, produciendo karma, y al hacerlo, afecta a otras semillas portadoras, las cuales, a su vez, se afectan recíprocamente el destino entre cada una de ellas. Es esta interrelación y entremezcla de karmas lo que hace difícil de entender, a veces, nuestras vidas. Los problemas surgen a intervalos, porque tenemos la tendencia de pensar acerca del karma como algo impuesto sobre nosotros por una fuerza externa, una clase de némesis, o un destino espantoso cayendo sobre nosotros cuando estamos menos preparados, vengando algunas acciones desconocidas que hicimos, o que dejamos de hacer en esta vida, o en vidas pasadas hace mucho tiempo. En realidad, karma es un derramamiento de nuestro verdadero ser. Por motivo de su poder restaurador, rara vez consideramos a la ley universal de causa y efecto como sanadora y misericordiosa.

Para los griegos primitivos, Némesis fue una diosa que personificaba a nuestra conciencia, a nuestro temor innato de cometer agravios en contra de los dioses; como también nuestra reverencia hacia la ley moral y espiritual de la armonía, del equilibrio. Hemos olvidado que los dioses no están separados de nosotros, de que somos una extensión de la esencia de sus vidas, de que el cuidado de ellos por nosotros, el cual forma parte de nuestro proceso de crecimiento, es tan intrínseco como lo es nuestra protección hacia las vidas atómicas que evolucionan dentro de la jerarquía humana.

Naturalmente que nos preguntamos qué es lo bueno que trae sufrir las consecuencias en esta vida de las acciones que no recordamos haberlas cometido en una vida anterior. Sentimos que sería más justo si lo recordáramos, porque si supiéramos donde fuimos por mal camino, no pondríamos reparos en hacerle frente a esas consecuencias ahora; como también, podríamos ver más fácilmente cómo compensarlas. Sin embargo, cuando todo está dicho y hecho, entonces sí que recordamos nuestro pasado, porque él nos pertenece: somos karma, el fruto de nuestras experiencias de hace mucho tiempo, las cuales ahora se muestran. Cierto, nuestro cerebro físico, que nuevamente se ha formado para esta vida, tiene muy poco poder para recordar, pero eso no es todo lo que somos. Las personalidades que asumimos vida tras vida, están ligadas en un "ente en forma de sarta" (sutratman), como las cuentas en un collar. Aunque las cuentas, o personalidades, están solo parcialmente conscientes de sus brillantes posiciones que las mantiene formando esa sarta, de la cual ellas extraen su fuerza de vida, nuestro ser átmico, o sutratman, es capaz de recordar. Algo del aroma del conocimiento acarreado como cuenta nueva dentro de cada nueva personalidad, pueda que sea percibido por intuición en momentos de paz interior.

Los textos budistas nos recuerdan que el tiempo vendrá en el cual se nos exigirá que obtengamos conocimiento, no solamente de nuestra vida inmediatamente anterior, sino también de la "secuencia de nacimientos y muertes."* Por ese entonces nos habremos convertido en lo suficiente y espiritualmente maduros para manejar tal conocimiento, sin dañar a los demás o a nosotros mismos, y ya habremos obtenido la ventaja del recuerdo instantáneo de la sabiduría que es innata en nosotros.

*Visuddhi Magga, Buddhaghosa (5º Siglo D.C.); cf. World of the Buddha, ed. Lucien Stryk, p. 159 et seq.

Todo esto conduce a grandes reflexiones, tomándonos más allá de lo inmediato de las circunstancias presentes hasta encarnaciones anteriores y, posiblemente, aun a ciclos mundiales previos. No podemos imaginar un principio más allá del cual no hubo causas puestas en marcha, porque toda chispa divina es una consciencia, un ser viviente que ha estado obrando de acuerdo a su línea de acción evolutiva individual por eones. Nosotros los humanos, dentro del flujo y reflujo de mareas de nuestro diseño de crecimiento en el planeta, igualmente tenemos de la misma manera, una larga historia de nacimientos y muertes, éxitos y fracasos; y lo más importante, nuestro ingreso dentro de la vida de la tierra, cualquiera que sea la situación o el lugar, es un caudal de nuestro karma, la consecuencia inevitable de causas sembradas en encarnaciones anteriores.

Mediante la ley de atracción magnética, lo que viene a nosotros, por nosotros mismos, en algún tiempo, lo ponemos en marcha, ya sea sabiéndolo o no. Cada instante de nuestras vidas estamos grabando sobre nuestro completo ser la calidad de nuestra manera de pensar y sentir, ya sea sublime o vil. Es cada uno de nosotros quien deja esas huellas en nuestros átomos de vida y, a medida que el alma regresa una y otra vez a la tierra, esos mismos átomos de vida también regresan a nosotros para formar de nuevo nuestras diversas fundas, ya sean físicas, mentales o espirituales. Nadie recoge una cosecha que no sea de su propia mano — para beneficio y fortaleza de carácter por la buena semilla sembrada; para pérdida y debilidad de voluntad, por la cizaña. El karma no solamente es severo, sino también el registrador benéfico de toda actividad de la conciencia para los humanos, e igualmente para todas las entidades, desde las atómicas hasta las macrocósmicas. Considerar al karma como un demonio vengador, o como un ángel remunerador, es juzgar por las apariencias. Cualquiera que sea su posición evolutiva, cada entidad es su propia lipika, o "escribiente," su propio registrador, vigilante y amigo. Exactamente como dejamos nuestra marca característica sobre toda partícula de nuestra constitución compleja, exactamente toda otra entidad hace lo mismo.

Todos nosotros experimentamos pruebas que son difíciles de justificar, vistas desde los límites angostos de una sola vida; estamos sujetos a leyes e influencias que aparentemente tienen poca relación en nuestras vidas personales: ya sea de alcance nacional, racial, global, y aun solar y cósmica. Cuando personas bondadosas y consideradas sufren una suerte cruel, es incomprensible que ellas pudieran haber cometido injusticias terribles en el pasado. ¿Y qué de los muchos millones que sufren inefablemente por causa del hambre, las guerras o las catástrofes naturales?

Si verdaderamente la única ley inviolable en el universo es karma, cuya cara es compasión y su reverso es justicia, entonces, en la cuenta final, es imposible para un individuo el atravesar alguna experiencia que, a la larga, no se derive de alguna porción de su constitución, la cual se extiende desde lo divino hasta lo físico. Como las operaciones del karma son misteriosas, ellas no son fáciles de discernir. Lo que le pasa a alguien, podría no ser el resultado de acciones de maldad en el pasado, sino más bien pudiera ser impulsado por el ser superior para sus propios propósitos benéficos. Man's Search for Meaning, por el psiquiatra austriaco Víktor Frankl, está dando testimonio al hecho de que los héroes nacieron del infierno y horror de los campos de concentración. El sufrimiento para cada uno de ellos debió haber sido una iniciación del género más poderoso.

El hecho de que unas pocas gentes trágicamente equivocadas puedan hundir a una nación entera de hombres y mujeres finos dentro de condiciones que normalmente ninguno de ellos toleraría, debió tener su origen hace mucho tiempo. Desde que fuimos iluminados con el fuego de la mente y nos volvimos conscientes de nosotros mismos como seres pensantes, hemos tenido el poder de seleccionar entre lo correcto y el error. Por millones de años hemos sido responsables por nuestros pensamientos y emociones, así como de las acciones que de ellos surgen. Debido a ese poder de escoger, y porque somos hasta ahora imperfectamente desarrollados, estamos seguros de cometer selecciones equivocadas, especialmente cuando la atracción hacia lo material parece más fuerte que la atracción hacia lo espiritual.

La naturaleza humana evoluciona muy lentamente, y en nuestros días, al igual que en el pasado, tenemos que seleccionar entre los instintos egoístas o los altruistas; entre el actuar para nuestro propio beneficio, o por el de nuestra familia y comunidad. Con cada decisión, ponemos en marcha las causas para el bien o para el mal, las cuales finalmente, tendrán sus efectos sobre nosotros y nuestro medioambiente. Ser capaz de rastrear el entretejido del karma entre naciones exigiría un conocimiento mucho más allá de la capacidad humana actual — una comprensión del vasto panorama de la siembra antigua hecha por naciones o individuos desde hace muchísimo tiempo. Como cada uno de nosotros tiene su propio karma individual, y nacemos en cierto país en cierto tiempo, también tenemos algún grado de participación en ese karma nacional.

Si concebimos que la justicia y la armonía son inherentes en el orden universal, y que la naturaleza siempre trabaja para restaurar el equilibrio trastornado, debemos concluir que cada uno, sin excepción de nadie, está recogiendo la calidad de experiencia que le pertenece. Cuando estamos acosados con pruebas más allá de nuestro control, quizás nuestro ser superior se regocija ante la oportunidad que se nos ofrece para aprender lecciones valiosas y alimentar compasión, y en esas circunstancias particulares, para que posiblemente podamos ser de completa ayuda para quienes alrededor de nosotros estén en una mayor necesidad. ¿No hemos descubierto todos, usualmente después de muchos años, que los pasajes más severos de nuestra vida son los que han producido las prendas más duraderas? "No hay mal que por bien no venga" es la frase común que sugiere un reconocimiento intuitivo de que el dolor y la pena guardan bellezas ocultas, y ese reconocimiento no es lo mínimo dentro de nuestro profundo amor y entendimiento por quienes están envueltos en esfuerzos penosos.

Por haber compartido las penas de las enfermedades y la muerte de muchos amigos cercanos, a veces he pensado: "Si solamente tuviera la capacidad de curarlos; si solamente pudiera brindar el cese al dolor." A medida crecí, logré darme cuenta que eso no puede ser ni lo más sabio ni la forma más compasiva de ayudar. He logrado comprender que la forma más bondadosa y más efectiva de apoyar a otro, es ayudarle a encontrar el ánimo, el amor y la confianza de enfrentarse creativamente a su karma. Por supuesto que debemos utilizar los medicamentos que disponemos normalmente, pero permitámosle a nuestro amigo el honor y la dignidad de reconocer que él tiene la capacidad de manejar su karma en forma inteligente. Quizá su cuerpo podría morir más pronto de lo normal, pero al enfrentarse a su karma, él estaría aceptando conscientemente el privilegio de trabajar en forma total una experiencia kármica densa para obtener un propósito benéfico. Sólo existe consuelo y fortaleza, tanto para el que está muriendo como para el que vive, si se es capaz de tomar esa postura.

¿Qué es lo mejor que podemos hacer para apoyar a alguien? ¿Abordarlo y llorar con esa persona? Por supuesto que puede haber lágrimas, lágrimas de comprensión y amor, pero no de pena y desaliento; debe haber lágrimas de reconocimiento de que el alma tiene el coraje de cargar con un sufrimiento severo, sabiendo que un proceso grandioso de purificación se está llevando a cabo, una limpieza de karma para el futuro. No se necesitan muchas palabras — a veces las palabras son completamente innecesarias. Pero debe haber buena voluntad para ser fuerte, resuelto y leal, para que así nuestro amigo pueda hacer uso de nuestra fortaleza bondadosa cuando él más la necesite.

¿Cómo sabemos lo que el alma debe experimentar para sentirse verdaderamente libre? ¿Cómo sabemos que el terrible sufrimiento, el cual en alguna forma, puede ser peor para el espectador que para quien lo experimenta? ¿No es precisamente ese karma por el cual el alma ha estado anhelando? Pero negar la importancia del dolor ajeno es diabólico y conduce al endurecimiento de corazón. Tal postura es no encontrar el propósito total de la vida. Debemos mitigar el sufrimiento tanto como podamos; en toda forma posible debemos compartir nuestra solidaridad y comprensión — no por tomar la carga del hombro del prójimo, sino por ayudarle a enfrentar los desafíos de su vida, y para que los acarree con una mayor confianza en él mismo y en una perspectiva mayor.

Cuando meditamos en el significado de la aflicción que incapacita, ya sea física, psicológica o mental — a menudo exigiendo recursos infinitos de paciencia y amor — somos empujados a preguntar: ¿Por qué? ¿Por qué algunos nacen con un cuerpo torturado, y otros son derribados por accidentes o enfermedades que los dejan paralíticos? ¿Qué le asigna a alguien a tener una vida de provecho, mientras que a otro, posiblemente con un caudal más poderoso, tiene que pelear cada pulgada de terreno para poder manejar un cuerpo insensible al dominio normal, y así es obligado a menudo a trabajar mucho más intensamente para obtener el florecimiento de la mente y el espíritu? Millones de gentes en nuestros días, acarrean cargas de penas personales y se preguntan: ¿En dónde está la justicia y la misericordia en un universo supuestamente administrado por un Dios todo amoroso? Ciertamente es un consuelo demasiado frío para los padres acongojados el decirles que ello es la voluntad de Dios, el decreto de Alá, o la determinación del karma de antaño.

La causa y la cura del sufrimiento se extiende hasta el núcleo del misterio, y permanecerá fuera del alcance de nuestra comprensión, más allá de las palabras que encierran todas las enseñanzas que ha recibido la humanidad, hasta que seamos capaces de percibir con cada átomo de nuestro ser la compasión del propósito divino detrás de todo lo que sucede. Ciertamente, nadie puede decir categóricamente que un recién nacido con una deformación congénita está pagando por alguna fechoría en una vida previa, o en vidas pasadas. Bien podría ser el caso, pero igualmente podría no serlo. ¿No es concebible, por ejemplo, que una entidad que retorna — porque somos, ante todo, almas-espíritus, no cuerpos — podría ser tan suficientemente avanzada interiormente como para "escoger" el karma de privación severa, a fin de ganar una profunda solidaridad con todos los que sufren? ¿No es también posible que un ego que reencarna, en necesidad de una tregua de ciertas presiones mentales y emocionales, seleccione un vehículo "retardado" para una reencarnación? Por otra parte, podría ser que la crueldad o el egoísmo hayan estado tan profundamente arraigados en el carácter, y que el medio más seguro de remover esa perversión es tomar nacimiento en un cuerpo deteriorado, para que la solidaridad y la misericordia puedan ser profundamente consumidas dentro del alma, y para que esa naturaleza se discipline.

"No juzgues para que no se te juzgue" — solamente alguien capaz de leer la historia espiritual de un individuo sería capaz de determinar justamente qué líneas de karma pudieron haber sido trazadas en vidas hace mucho tiempo pasadas, las cuales culminaron en las condiciones precisas que ahora el ego reencarnante está manejando por sí mismo — o no lo está haciendo — en esta vida. Todos nosotros hemos estado tejiendo magnificencia y vileza dentro del tapiz de nuestra alma; pero cuando intuimos, como muchos lo hacen, que estamos unidos con nuestro padre divino, y que todo lo que experimentemos de gozo o dolor es parte intrínseca de nuestro destino, el cual hemos estado construyendo por ciclos innumerables, sabemos que existe una oportunidad y una belleza, aun en la más desgarradora de las circunstancias.

Una carta, mecanografiada con un palo en la boca, de una amiga quien desde su nacimiento ha soportado el trauma de una invalidez severa, confirma esto. Viola Henne se gana la vida como artista, y dedica el tiempo y la energía que puede, trabajando con niños y adultos jóvenes, quienes son más incapacitados que ella. A Viola no le preocupa lo que ellos no puedan hacer; ella sólo se concentra en lo que ellos sí pueden hacer. En esta forma, ella le da energía a las voluntades y a los talentos creativos de ellos, para que se produzca cualquier potencial que ellos tengan. Ella escribe:

Por favor, promueva liquidar la falsa idea que la gente tiene del concepto "karma." Ni yo, ni ningún inválido ha sido "castigado" al poseer un cuerpo estropeado (cerebros, o . . .) ¡No! En realidad, cuando la consciencia de alguien ha superado las ilusiones de una educación imperfecta, entonces, en un instante, ese alguien cambia su postura ante la invalidez— cambia y se da cuenta, de una vez por todas, que la forma dañada no es un castigo, sino un privilegio sagrado, a través del cual a ese alguien, al fin, se le permite "trabajar" en un nivel consciente (dueño de sí mismo).
Es como lucir un traje adecuado "para ir a trabajar" — el vehículo dañado es una vestidura exterior, necesaria y voluntaria. Nuestros propios mecanismos internos permiten ese "cuerpo" de ese tiempo y esas circunstancias momentáneas para que las condiciones de enseñanza y aprendizaje puedan obtenerse. Cada uno de nosotros ha tenido que "pagar", en algún momento, por sus errores pasados, ya sea por hechos o pensamientos. La gente normal no es más pura que los lisiados; ellos "pagan" por sus errores en una forma diferente para cada causa y efecto.
Karma — la palabra debería ser explicada como queriendo decir: "circunstancias en ese tiempo presente que el alma escogió como la mejor oportunidad para su propio crecimiento, y para enseñarles a otros."

Es una respuesta poderosa a la pregunta: "¿Es justa la vida?" por alguien que rechazó permanecer resentida, y que ha consagrado su don de valentía y amor para aquellos que carecen de esperanza y mérito propio. Aun cuando la vida de alguien es pesada con las pruebas, sentir que se tiene un karma muy "malo" esta vez, es apegarse a un criterio totalmente equivocado desde el punto de vista del alma humana o del ego que reencarna. Muy bien lo dijo Purucker: "Somos nuestro propio karma", queriendo decir con esto que todo lo que nos sucede, tanto en carácter como en circunstancias, es un derrame propio nuestro — de nuestro pasado. Si nosotros, o a quienes amamos, tenemos circunstancias difíciles y dolorosas que atravesar, como mala salud, reveses personales, y todas esas cosas parecidas, eso no es karma "malo." Se puede admitir que podría ser un karma extremadamente difícil de padecer, pero si a la larga ese karma promueve la evolución del alma, debe contarse como benéfico.

Esta es una de las ideas más útiles porque muchos, por ahora, se están sintiendo aniquilados por el peso de las cargas de la vida. Cuando nos demos cuenta que somos nuestro karma, entonces sabremos que lo que se desenvuelva delante de nosotros, es porque realmente somos nosotros mismos los que tenemos la oportunidad de aprender y crecer, y agudizar nuestras percepciones y nuestra comprensión. A medida que nuestra solidaridad se extienda más allá de la periferia de nuestros problemas personales, y observemos la gracia y dignidad con la que otros, aparentemente menos favorecidos que nosotros, enfrentan la situación de sus vidas, podríamos descubrir que algunos de nosotros que tenemos la dificultad más grande en manejar nuestros defectos de carácter, somos los más desaventajados. Un pequeño examen de conciencia es terapéutico, recordándonos que todos nosotros somos compañeros que escalamos, y que quienes aparentan estar haciendo una evolución muy pequeña, bien podrían limpiar el camino de obstáculos para ellos mismos y para quienes están detrás de ellos, lo que de otra manera podría parecer insuperable.

Claro, es fácil filosofar cuando se tiene razonablemente buena salud y circunstancias cómodas. ¿Pero qué de la golpeada pobreza y de los condenados a muerte por enfermedad o hambre? ¿Diremos que es su karma y que ellos tendrán que trabajar con mejor suerte y con optimismo en la próxima vida por causa de ese karma? Tal posición sería reprochable. Obviamente que es el karma de ellos, de lo contrario no tendrían que enfrentarse a esas condiciones, pero ¿Cómo podríamos aislar el karma de ellos del nuestro? Somos una familia, y todos nosotros hemos tenido una participación en crear esas circunstancias difíciles presentes. A más de esto, ¿No es también nuestro karma el que está profundamente interesado, en todo lo posible, en ayudar a aliviar la miseria terrible que existe en tantas partes del planeta? Existe consuelo en el hecho de que la conciencia mundial está despertando y volviéndose más sensible y aguda, de tal suerte que un número creciente de hombres y mujeres abnegados y eruditos ya están dedicando sus vidas al servicio humanitario práctico.

Por mucho que nuestros corazones suspiren por ayudar, muchos de nosotros tenemos poco que ofrecer en una forma de alivio real. Pero no existe ninguno de nosotros que no pueda trabajar para erradicar las causas — profundamente arraigadas y de largo alcance en el proceso de formación — que han dado como resultado los estados lamentables de la humanidad. Ciertamente este es un proceso de enormes proporciones, pero, ¿Esto lo convierte en algo menos meritorio? En una carta escrita en 1889 a los teósofos estadounidenses reunidos en convención, HPB cita estas líneas de uno de sus maestros:

"Que no sea el fruto del buen karma el motivo de ustedes; porque el karma de ustedes, bueno o malo, siendo uno y de la propiedad común de toda la humanidad, nada bueno o malo puede sucederle a ustedes que no sea compartido por muchos más." . . . "No existe felicidad para alguien quien siempre está pensando su propio Ser y olvidándose de todos los demás Seres."

Y después, esta enérgica sentencia:

"El Universo cruje bajo el peso de tal proceso (Karma), y solo un Karma de auto-sacrificio lo alivia."*
*H. P. Blavatsky to the American Conventions: 1888-1891, p. 22.

Esto es provocativo, ¿Y existe algún ser humano a quien no se le aplique? Ciertamente el universo cruje bajo el peso de nuestros actos y pensamientos egoístas, y nosotros, individual y colectivamente, somos los responsables a medida contribuimos a ese peso. Todos nosotros, los seres humanos, tenemos motivos mezclados en mayor o menor medida; pero enfrente nuestro tenemos el magnífico ideal de volver altruistas nuestras vidas. Este es un objetivo que requiere muchas vidas para obtenerlo, pero es un objetivo digno de mantenerlo siempre vivo dentro de nuestros corazones. Cuando ese objetivo se convierta en la influencia dominante en nuestra experiencia de cada día, expresaremos una medida mayor de altruismo que de egoísmo.

El egoísmo imposibilita el crecimiento natural del alma; es perjudicial para el desarrollo de la humanidad porque se revierte sobre uno mismo. Y de modo contrario, pensar de nosotros mismos en cuanto a que no somos primordiales, emite luz desde el interior, y la luz que fluye dentro de nuestras almas rompe las barreras de nuestras personalidades y derrama resplandor sobre la vida de los demás. Es un hecho que cada impulso altruista, toda aspiración no egoísta, uniéndola con un ser elemental, envía su influencia dentro de la atmósfera de los pensamientos de nuestro mundo, y todo individuo que esté en esa vibración solidaria con esa calidad de aspiración, responderá en la misma forma. Su vida estará ennoblecida y sus alrededores resplandecientes. De la misma manera, lo opuesto también es cierto, y por ello se nos anotará en nuestra cuenta.

No importa en que circunstancias exteriores el karma nos pueda ubicar, nosotros siempre podremos recordar que somos almas, y que cada uno de nosotros tiene su propio dharma que realizar. Krishna le dice a Arjuna que el dharma de otro está lleno de riesgo, y aunque no sea el sendero más excelente, él está advertido a satisfacer el dharma que le pertenece a cada ser (sva-dharma)* De esta forma, él estará siguiendo su propio sendero, y cumpliendo con lo que le ha sido asignado al nacer dentro de este mundo.

*Bhagavad-Gita 3:35 (Reseña de W. Q. Judge, p. 21).

Los Orientalistas han traducido dharma de diversas formas — obligación, verdad, ley, religión, piedad — pero todos esos términos son solamente una aproximación, ellos no comunican la riqueza del concepto comprendido en el término sánscrito. Dharma, del verbo dhri, significa "tener, llevar, sustentar", e implica que cada uno de nosotros reencarna acarreando con un destino que es nuestro, sustentando la verdad de nuestro ser interno a medida que realizamos nuestras responsabilidades exteriores con lo mejor de nuestra capacidad. Primero tenemos que reconocer a nuestro destino como un algo interno, que no está fuera de nosotros. No tenemos que trasladarnos al Tibet, América, Tailandia, o a África para encontrarlo. Nosotros somos nuestro destino, nuestro karma, nuestro dharma individual.

Existen tantas cosas que se pueden mejorar en nuestras relaciones humanas alrededor de todo el mundo que se necesitarían muchas edades para volverlas correctas; no hay duda, hemos registrado completamente una cuenta kármica en contra nuestra que debe ser equilibrada. Pero no deberíamos desestimar el otro lado del libro de cuentas, las entradas más nobles hechas en esta vida y en las pasadas. ¿No podría ser que la intensidad del sufrimiento y la confusión de valores, tanto global como individual, se debe tanto al despertar kármico, un estimulo de nuestras propias partes superiores, como si fueran deudas kármicas reclamando pago?

Seguramente fuimos destinados a vivir nuestras vidas en forma integral y no para que fuesen continuamente fracturadas por la angustia o la desesperación. El dolor se nos viene encima a todos, pero igual que lo sucede con la lluvia para con la Madre Tierra, él nos alimentará y acarreará crecimiento nuevo. Así que permitámonos un espacio amplio para el gozo en nuestras vidas, ese gozo interno que regocija el corazón y equilibra la balanza kármica. Un día, ya sea en esta vida o en otra, podremos ser capaces de observar todo lo que hemos estado atravesando con los ojos del vidente que intrínsicamente somos — como un águila en lo alto, arriba de nuestro karma terrestre — y ver por un instante con visión panorámica nuestra experiencia completa, la pasada y la presente, en términos de motivaciones como también de hechos. Sabremos que todos los obstáculos, todos los sufrimientos, tanto físicos como mentales, como también la muerte, son parte del diseño natural del crecimiento, grabando dentro del alma la percepción más grande, el amor más verdadero, el más profundo cuidado para todo.



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