La entremezcla de tradiciones culturales y religiosas que toman lugar en estos días, está ejerciendo una influencia profunda sobre nuestro modo de pensar y sobre nuestras costumbres. Justamente como los métodos y las maneras de pensar del Occidente han dejado sus marcas cargadas de energía, y a veces destructivas, sobre el Oriente; exactamente así, la afluencia de conceptos y rituales del Este han afectado la forma de pensar y las disposiciones de ánimo habituales de millares por todas partes de Europa y América. Como resultado, grietas enormes están formándose dentro de posturas inamovibles. En el Occidente, esto se debe a la exposición de disciplinas filosóficas y psicológicas de la India, del Tibet, de China y Japón; como también, en parte, debido al creciente interés sobre los ritos y la ciencia sagrada de gentes consagradas de las Américas, Australasia, y África. Aunque el énfasis está puesto, en su mayor parte, sobre "las artes ocultas" (la capa sencilla del ocultismo genuino), un cambio diferente ya está ocurriendo. Desde ser estrictamente dominados por la materia en cuestiones de opinión, ahora estamos llegando a reconocer al espíritu/consciencia/energía como la base causal de toda vida, desde el micromundo del átomo hasta el macromundo del cosmos, y todo lo que se encuentre en el medio.
El ingreso dentro del pensamiento Occidental, desde los años de la década de 1780 en adelante, de las profundas escrituras metafísicas del Oriente, fue efectuado en su mayor parte por los empleados civiles británicos en India. Ellos fueron animados a estudiar sánscrito y lenguas afines por el entonces Gobernador General Warren Hastings, para que pudieran entender mejor qué era lo que motivaba al alma hindú. Tan impresionados quedaron algunos de esos oficiales, que empezaron a traducir las grandiosas epopeyas de la India, entre ellas, el Ramayana y el Mahabharata, especialmente el Bhagavad-Gita, así como también los Upanishads. En 1785, Sir Charles Wilkins publicó la primera traducción inglesa del Gita en Londres — es increíble que en el Occidente hayamos conocido de su existencia hasta hace apenas un poco más de doscientos años. Con un trabajo similar de traducción en Francia y Alemania, el tesoro filosófico del Oriente gradualmente infiltró la consciencia del pensamiento en el Occidente.
Por ese tiempo había una demarcación bastante bien definida entre la élite erudita y la inmensa mayoría de quienes no eran académicamente calificados; y por lo tanto, los últimos mencionados permanecieron, en su mayor parte, no enterados del impacto intelectual y espiritual de esas ideas emancipadoras. La diseminación de la teosofía a partir de 1875, juntamente con la publicación de ediciones baratas del Gita y los Yoga Sutras de Patañjali, fueron los catalizadores requeridos para ayudar a transformar la manera de pensar de la cultura occidental, tanto la popular como la científica y filosófica.
En la actualidad, los conceptos de karma y reencarnación, la unidad del hombre con la naturaleza, el mundo físico visto nada más como una apariencia transitoria del Real, y la posibilidad de comunión con el manantial del Ser por alguien con voluntad y capaz de someterse a la disciplina - todo ello se ha convertido en una parte familiar de la manera de pensar del Occidente. Con el hatha yoga, las técnicas de meditación y otros métodos orientales de autocultura que están siendo rápidamente adoptados por el temperamento occidental, alguien no tiene más que estar de acuerdo con el comentario profético de W. Q. Judge de que un tipo de "Ocultismo Occidental" ya está en proceso de formación.
Existen aspectos positivos y negativos a todo esto, como es tan natural que suceda con cualquier innovación, especialmente cuando tiene significado espiritual e intelectual. Es posible que algunos de ellos no sean fáciles de identificar, a medida que sus efectos laterales puedan tomar años para volverse completamente aparentes. Solamente porque una enseñanza o una ceremonia es antigua, o proviene del Oriente no es, por sí misma, ni una garantía ni una negación de su valor espiritual. Por lo tanto, todo lo que veamos u oigamos, debe pasar la prueba de nuestra piedra de toque interna. Esto será cada vez más necesario en el futuro, a medida que el anhelo por auto-trascendencia influya sobre las mentes de un número cada vez mayor de buscadores serios. Entre la diversidad de cursos sobre auto-cultura que ahora se ofrecen mediante seminarios, talleres y retiros, una buena cantidad de ellos extiende la promesa de auto-transformación en semanas. Todo lo que se requiere, se nos dice, es sentarse por algunos minutos y recitar un mantra, o escuchar una cinta grabada que contenga un mensaje sublime o evidente, serenidad, relajamiento de la tensión, unidad con la consciencia cósmica, y listo: ¡y el restablecimiento de la salud corporal será nuestro!
Quizá esto se deba a que un buen número de gurús actuales ha encontrado en el Occidente a muchos que buscan, no tanto un medio de transformación espiritual, sino una forma de religión que mejore el aspecto exterior de la vida. La verdadera pregunta es: ¿Cuál es el motivo que yace detrás del impulso por auto-trascendencia, por la auto-identificación con nuestro origen? ¿No deberíamos ofrecer algo de nosotros mismos para obtener el privilegio de la "serenidad, la paz interna, y la unidad con el Todo?" Nadie puede conocer la motivación interna de alguien más, pero deberíamos examinar nuestros propios motivos hasta que seamos capaces de determinarlos. Lo que más se mantiene firme en mucho de la absorción actual, no solamente en los sistemas orientales importados, sino también en los programas occidentales de auto-realización, es el enfoque "hacia uno mismo" — una tendencia que es diametralmente opuesta al sendero de la compasión.
Es bueno recordar que en los Misterios Griegos antiguos, las etapas del proceso de la iniciación fueron enumeradas de diversos modos, con frecuencia y en general, como estas tres: katharsis, limpieza, purificación del alma; muesis, prueba o examen del candidato, para verificar la integridad de motivo y firmeza de la voluntad; y por último, si se obtenía el grado, epopteia, revelación, es decir, "percibir" lo que se encuentra detrás del velo de la naturaleza. Siempre el carácter tuvo que ser formado de acuerdo con los más nobles ideales; nada se obtuvo sin sacrificio. A menos que la semilla del 'yo' muera, la planta del alma no puede brotar.
El ocultismo verdadero — el cual es altruismo que se vive, combinado con el conocimiento de la estructura interna del hombre y el universo — demanda de sus seguidores completa pureza de pensamiento y de hechos, y lo supremo en cuanto a dominio de sí mismo. En el ciclo esotérico de aprendizaje y disciplina, al neófito se le impone, primero, que absorba, tanto como sea capaz, el ideal del altruismo y amor por todos los seres. Solamente después que él ha entendido completamente que lo que se espera de él es que piense por los demás antes que por él mismo, hasta entonces es que se le permite dirigir su atención hacia la filosofía superior: "Vive la vida, y entenderás la doctrina." Antes de tomar cualquier programa de aprendizaje especializado, deberíamos examinar nuestros motivos internos, para asegurarnos que el curso que intentamos tomar es el que nuestro ego superior aprobaría.
La auto-trascendencia, si es para que sea duradera, no se obtiene únicamente por medios externos. Se da sin formalidad, dentro de lo más profundo y silencioso de la esencia más íntima del ser. Es más, a medida que las enseñanzas y el sendero que nos iluminan entran aun más profundamente dentro del núcleo de nuestro ser, así mismo, progresivamente, crecemos y aprendemos. Ninguna instrucción exotérica para obtener transformación por sí mismo puede igualar la transmutación de la calidad del alma que se da en el silencio, los efectos de lo cual perdura más allá de la muerte. Perduran porque se registran en nuestra naturaleza espiritual.
Trabajar por ello sin proyectarlo hacia nuestro interior puede producir muy pronto ciertos resultados, pero como ellos rara vez alcanzan más allá del aspecto mental y el emocional de nuestra naturaleza, como consecuencia, ellos serán de corta duración. Cuando nuestros pensamientos y sentimientos son altruistas, ellos construyen sólidos rasgos espirituales del carácter que durarán más tiempo que los ciclos. Dicho de manera sencilla, si nuestra inquietud principal se convierte en una devoción sincera hacia el ideal y la práctica de la fraternidad de modo que sea finalmente vivida — si pudiéramos aferrarnos a este propósito, entonces este propósito se convertirá en nuestro sustento hacia la realidad esotérica.
Ideas como estas le dan una perspectiva nueva a las tantas tendencias que están obteniendo popularidad. El yoga, por ejemplo, es casi algo común en el Occidente, y el hatha yoga, en su forma más sencilla, es el más popular. Yoga significa "unión", del verbo sánscrito yuj, "reunirse, unirse, unir." Originalmente fue referido, y todavía lo hace en su sentido más puro, a la búsqueda por la unión del alma con la divinidad interna: la unio mystica, o unión mística de los primeros cristianos y los místicos medievales, quienes buscaron obtener armonía con lo Divino, o la imagen del Dios interno.
Existen muchos tipos de yoga, y ellos atraen a los diferentes temperamentos: bhakti yoga, "yoga de la devoción"; karma yoga, "yoga de la acción"; jñana yoga, "yoga del saber"; y otros. El sendero del raja yoga* es la "unión real o digna de un rey", de la esencia personal con la esencia iluminada. Es de escasa consecuencia el sendero que aparentemente tomemos, con tal que establezcamos nuestro propósito interno en lo más alto de nuestro interior. "En cualquier camino que los hombres se dirijan hacia Mí, en ese camino Yo los estimularé; y cualquiera que sea el sendero que tome el hombre, ese sendero Me pertenece."†
*Véase Bhagavad-Gita 9:2, la primera línea de lo cual dice: rajavidya rajaguhyam, que literalmente significa: "conocimiento real, misterio real."
†Ibid. 4:11 (Reseña de Judge, p. 24).
En nuestros días, en el Occidente existen muchos practicantes de yoga, cuyo propósito es restablecer su salud física y aliviar en lo posible, algunas de las condiciones extraordinariamente llenas de tensión nerviosa que la gente experimenta en estos tiempos cruciales. Estaríamos bien aconsejados, como quiera que sea, de interrumpir pronto, antes de emprenderlo, respiraciones sofisticadas y otras técnicas que podrían, si se toman imprudentemente, interferir con el funcionamiento adecuado de pranas. Prana es un vocablo sánscrito que denomina a los cinco o siete "alientos de vida", los cuales circulan a través del cuerpo y lo mantienen sano.
Por siglos, los chinos han enseñado que la buena salud física y psíquica dependen del equilibrio de yin y yang. Si alguien, aunque lo haga sin saberlo, trastorna el flujo rítmico natural de ch'i — el término chino correspondiente a prana — a través de los doce meridianos principales, o canales de energía del cuerpo, un desequilibrio de yin/yang podría darse. En otras palabras, cuando se interfiere con las líneas naturales de fuerza, un alineamiento erróneo de equilibrio pránico podría ocurrir, a menudo, con serias consecuencias. En lugar de concentrarse en los aspectos de la constitución, ya sean el psíquico o el físico, sería mucho mejor concentrar la atención en las facultades, ya sean estas espirituales, mentales superiores o morales. Cuando el equilibrio interno se consigue y se observan medidas normales de salud, a su tiempo, lo físico seguirá su acomodamiento (a menos que, como puede suceder, impedimentos kármicos más fuertes deban ser completamente satisfechos).
También, mucho énfasis se le ha concedido a encontrar el centro interno de uno mismo, y eso está correcto. Esta concentración sobre si mismo es un proceso individual particular de "negarse a uno mismo", de despojarse por sí mismo, como los místicos lo llaman, desalojando la naturaleza de lo externo y volviéndose unidad con nuestro ser esencial. Puede llevar una vida, o muchas, para lograrlo completamente — ninguna circunstancia externa será tan efectiva como "negarse a sí mismo es la manera de encontrarse a uno mismo."
Desde la década de los años de 1960 en adelante, han surgido grupos alrededor de todo el mundo patrocinando cursos de auto-trascendencia, los cuales ofrecen varios métodos para obtener condiciones alternativas de consciencia: Cómo despertar kundalinI, o "la serpiente de fuego" asentada cerca de la base espinal; cómo activar los chakras; cómo meditar mediante concentración en un triángulo, en la llama de una vela, en un cristal, en un bombillo encendido, o por repetir un mantra. Esas y otras prácticas psico-físicas se efectúan con la esperanza de obtener consciencia nirvánica. No es recomendable ninguno de esos métodos, no porque sean esencialmente defectuosos, sino porque pueden resultar perjudiciales debido a nuestras inclinaciones egoístas profundamente arraigadas.
En estos días, la necesidad por nuevas y mejores formas de vivir está muy acentuada. La gente anhela encontrar propósito dentro de una sucesión de crisis aparentemente sin sentido, y están experimentando rutas alternativas tratando de encontrar algo que sea diferente a eso con lo cual crecieron. Esto forma parte del despertar espiritual y psíquico que se está dando en todas partes, pero adoptar cualquier método de desarrollo de sí mismo sin tamizarlo cuidadosamente, especialmente esos que prometen resultados instantáneos, es una aventura altamente arriesgada. Donde exista inestabilidad de carácter (¿y quien de nosotros es perfectamente puro de corazón?), la invasión de nuestra psiquis por las influencias nocivas provenientes de los niveles más bajos de la luz astral, podría ser perjudicial para la salud física y la mental. Además, la concentración de energías mentales y psíquicas sobre los elementos pasajeros de la naturaleza, tiene la desventaja de desviar muy lejos la atención, desde lo esencial hacia lo externo. Esto no puede tener el efecto provechoso que el enfoque altruista y no egocéntrico del raja yoga tiene sobre el aspirante. Todo esto es sabiduría antigua, la cual muchos están empezando a intuir y a aplicar en sus vidas.
En el Bhagavad-Gita hay una frase: atmanam atmana pasya — "percibe al ser por medio del mismo ser." Esto puede interpretarse de dos formas: percibir al ser limitado, la personalidad, por medio del ser del calor vivo, o atman interno; o percibir al atman interno, la luz del verdadero ser, por medio del ser personal que comienza a despertar. El ideal es obtener un flujo de energía sin estorbo, de consciencia, entre nuestra fuente átmica y la personalidad. Cuando buscamos, primero, ofrecernos a lo más noble de nuestro interior, entonces avivamos los fuegos de nuestro chakra supremo, el centro átmico, el cual, a su vez, irradia su influencia sobre todos los demás chakras.
Considerando los siete principios de la constitución humana como una columna de luz, cada uno de ellos compuesto de siete partes, y suponiendo que tratamos de alcanzar al atman, podríamos muy pronto alcanzar el subatman de nuestro centro psíquico. Pero si nos hemos concentrado con demasiada intención sobre ese nivel, existe sólida posibilidad de cierta índole, no solamente de desviarnos de nuestro propósito, sino, desgraciadamente, de poner nuestros principios fuera de alineamiento.
Cuando sin tensión y ningún sentido de arrogancia nos ofrecemos profunda y sinceramente al servicio de nuestra más intima esencia, en este caso, la luz que proviene del atman supremo — el subprincipio átmico de nuestro atman — iluminará completamente a nuestro ser, desde arriba hasta abajo. Permaneceremos alineados porque nuestros centros, el psíquico, el intelectual y los demás, serán irradiados con la luz átmica suprema, y habrá una influencia transformadora sobre nuestras vidas.
La popularización de las prácticas de meditación en el Occidente ha tenido ciertos resultados positivos, y ha ayudado a muchos a manejar sus ansiedades profundamente arraigadas. Aquietar la mente y calmar las emociones por unos momentos cada día, es terapéutico: al suprimir deliberadamente nuestras preocupaciones nos liberamos internamente y nos podemos enfocar nuevamente en nuestras obligaciones de la vida. Por otro lado, una promoción enérgica de meditación puede volverse contraproducente. Por ejemplo, cualquiera se desanima desde el principio cuando se le cobra dinero por un mantra que pretende levantarlo hasta la consciencia cósmica. Nadie necesita un mantra a fin de levantar su consciencia hasta la montaña del espíritu y recibir la bendición de una comunión momentánea con el ser supremo interno.
Existen muchas y variadas formas de meditar, y muchas y variadas maneras de obtener una consciencia más alta. Cuando nos volvemos quietos internamente, nuestra voz interior puede escucharse en ese silencio, a pesar de las intimaciones que agitan al alma. Cada noche, al retirarnos, podemos abrir la vía para que la intuición se despoje de la naturaleza de todo resentimiento e irritación, librando al corazón de todos los pensamientos despiadados y los sentimientos arrogantes que pudiéramos tener para con los demás. Si hemos tropezado un poco durante el día, reconozcámoslo con el deseo de hacerlo mejor. Entonces entraremos en armonía con nuestro ser real, y la consciencia se liberará para ir adonde así lo desee. Este es un misterio que realmente no entendemos, pero el prodigio es que, por la mañana, despertamos refrescados en espíritu, con un nuevo y cálido sentimiento para con los demás, con respuestas a las preguntas complicadas.
Seguir esta práctica sencilla causa regeneración en todos los planos, y en lugar de quitarle, estaremos agregándole armonía a nuestros alrededores. Se requiere sacrificio para cualquier curso de auto-superación que se prosiga: no podemos esperar que ganemos acceso a las esferas superiores del ser si no nos hemos ganado el derecho a entrar. Sólo aquellos que se limpian de la ira, del resentimiento y de los deseos egoístas se vuelven aptos para recibir las llaves de la sabiduría de la naturaleza. Que esto suceda de otra manera es exponerse al riesgo de abrirle la puerta a las fuerzas elementales de baja calidad, las cuales podrían volverse difíciles de expulsar de la consciencia. La oración, la aspiración y la meditación son efectivas porque establecen una respuesta vibratoria completamente a través de toda naturaleza; lo más ardiente que sea el aspirante, el más enorme poder que generará para activar energías nobles (o viles), ya sea dentro de sí mismo, o dentro del aura que envuelve a la tierra.
La verdadera meditación es verdadera aspiración, una "respiración hacia" lo divino, una exaltación de la mente y el corazón hacia lo más alto y, como tal, es tan esencial para el alma como la comida lo es para el cuerpo. Si orientáramos nuestras vidas hacia la luz que emana de nuestro dios interno, con seguridad que aspiraríamos; pero seamos cuidadosos en nuestra intensidad, no vaya a resultar que seamos empujados dentro de callejones sin salida de naturaleza egoísta, lo cual tiende a centrar la atención solamente sobre nuestro propio progreso, sobre nuestro propio carácter y realización. Después de todo, donde estemos ubicados — espiritualmente o de cualquier manera — es de poca importancia si lo comparamos a la calidad de nuestra contribución a la totalidad. El resultado real es este: ¿Estamos dándole a este mundo lo mejor de nosotros a fin de brindarle entusiasmo y animosidad, en lugar de frialdad y pesimismo a nuestro ambiente?
Meister Eckhart, un místico del siglo XIV, cuya pureza de vida todavía le da lustre a sus instrucciones y sermones en nuestros días, lo dijo elocuentemente:
Si alguien se extasiare como San Pablo, y allí estuviese un enfermo clamando por ayuda, mejor le sería abandonar el ese éxtasis y demostrarle amor en una forma práctica, al servirle a ese alguien que lo necesita . . .
En esta vida, nadie alcanza el punto desde el cual pueda ser eximido del servicio práctico.*
*Sheldon Cheney, Men Who Have Walked with God, p. 194; compare Meister Eckhart, A Modern Translation, Trad. Raymond Bernard Blakney, p. 14.
El tipo más fino de meditación es aquel que conlleva un giro del alma hacia la luz interior, con la aspiración de rendir un servicio mayor, sin anhelo exagerado debido a una revelación especial. Cualquier método de meditación que nos ayude a negar nuestro egoísmo, es beneficioso; pero si el método aumenta la egocentricidad, ese método es dañino.
Ciertamente que nuestra obligación es buscar la verdad, donde quiera que se encuentre; como también usar nuestra más aguda discriminación en toda circunstancia, apreciando el mérito, pero manteniéndonos alerta por la falsedad, teniendo en cuenta que todo ser humano tiene el derecho inalienable de seguir el sendero que le parezca mejor. A decir verdad, el único sendero que vale la pena seguir, es aquel en que nos extendamos desde nuestro propio interior a medida que buscamos evolucionar, y volvernos por nosotros mismos lo que internamente somos.
Así como la araña devana de sí misma las hebras de seda que formarán su red, precisamente de la misma forma extendemos, desde las profundidades de nuestro ser, el sendero que nos pertenece. Nuestro desafío es tener en cuenta los mandatos de nuestra personalidad interna para poder exceder las atracciones externas; y si no lo llevamos a cabo, nos echamos a perder por nosotros mismos — como también a otros — y esto sucederá hasta que no lo hayamos aprendido correctamente. A veces, esos mandatos, a los cuales no estamos acostumbrados, exigen dominio propio y valentía, y a sacrificar cosas hacia las cuales estamos apegados. Pero todo lo que se ofrece en sacrificio no significa nada si se le compara a lo que nuestra más íntima esencia anhela.
Por lo tanto, la meditación más fructuosa es esa absorción de pensamientos y aspiración dentro del ideal más noble que podamos imaginar. No necesitaremos preocuparnos por adoptar posturas especificas, técnicas, o gurús; habrá una afluencia natural de luz dentro del carácter, porque nuestro maestro interno, nuestro gurú real, es nuestra Esencia.