El Siglo XX atestiguó de las incalificables tiranías del alma y el cuerpo. Es como si un Armagedón estuviese en proceso ante nuestros ojos, entre los impulsos altruistas del corazón y las demandas egoístas de naturaleza personal, entre las energías creativas y las destructivas, lo espiritual y lo psíquico / material. Como seres en evolución, o progresamos o retrocedemos, no existe posición inmóvil; ya que a cada instante somos creadores o destructores, es imprescindible que de vez en cuando seamos fuertemente sacudidos para obtener un conocimiento más profundo de nuestro propósito divino.
Las ideas son más poderosas que las armas o las bombas para sacudir nuestro letargo, ¿O es que pudiese haber algo más revolucionario que el restablecimiento de ideas hace mucho tiempo olvidadas: la de la fraternidad universal, la de una unidad de toda clase de vida, la de divinidad antes que la materia como el agente cinético que anima a toda evolución? Son esas ideas, depositadas dentro del pensamiento consciente de la humanidad en el Siglo XIX las que, suave y firmemente, germinaron durante el Siglo XX con resultados variados: por un lado, incitando a un furor de reacciones de las fundaciones inamovibles y, por el otro lado, encontrando respuestas a las aspiraciones de los hombres y mujeres serios de toda edad y educación.
Las incertidumbres horribles de los tiempos son bendiciones, porque ellas nos impulsan a reexaminar nuestras formas de pensar y sus motivos, y a aceptar las cuestiones centrales de la vida y de la muerte, y a cómo debemos preparar en la mejor forma posible, a nuestros hijos para el mundo que están heredando. La ciencia, con su "jarra milagrosa" de maravillas, ha confirmado nuestra interdependencia, no sólo como humanos, sino que, y esto es todavía más importante, como partícipes de una ecoesfera cuyas familias de entidades compartimos en un solo flujo de vida. Aun con todo nuestro conocimiento, todavía no hemos descubierto qué es lo que más necesitamos: eso de vivir armoniosamente con nosotros mismos y con todos los demás. Como consecuencia, muchos están pesimistas, temerosos de ellos mismos y de sus futuros, preguntándose seriamente hacia donde se dirige la civilización.
No debiera sorprendernos que varios fundamentalistas nos incitan a "creer y ser salvos" antes de que sea demasiado tarde: porque de los "tiempos peligrosos" de los cuales Pablo y Pedro escribieron, están muy pronto por venir, cuando el corrupto y el codicioso, los que quiebran las treguas y los que se precian de despreciar todo lo que es bueno, caminarán la tierra, "los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán desechos, y la tierra también. . . "* Bien haríamos en no desechar en forma total esas advertencias, porque ninguna especie puede escapar de las consecuencias de la acción; ciertamente, somos nosotros los humanos quienes deberíamos saber mejor lo que significa violar sin sentido las leyes naturales. Por supuesto, así como todo ser viviente en el universo está sujeto a nacer y a morir, y a renacer en una nueva forma, así también nuestra civilización actual, y nuestro planeta y todos sus reinos de vida, finalmente desaparecerán después de satisfacer sus ciclos respectivos de vidas.
*Cf. 2ª Timoteo 3:1-5; 2ª Pedro 3:3-13.
La destrucción de la tierra y el retiro de los dioses, a medida que la raza humana se vuelve más y más materialmente orientada, es un tema que se repite de continuo en las culturas antiguas. Las narraciones varían en lo externo: en un momento pareciera que se refieren a una época y gente que hace mucho tiempo desparecieron, o a predicciones que no han acontecido todavía. A primera vista, los relatos de la destrucción cataclísmica total son espantosos — ya sea que consideremos los versos enigmáticos de Nostradamus (1503-1566), El Libro de Revelación, u otra obra apocalíptica. Pero cuando leemos un poco más dentro de las literaturas sagradas del mundo, descubrimos que el final del viejo ciclo es seguido, en su tiempo, por la aparición del nuevo: la tierra surge enseguida, nueva y sin mancha, y se levanta una nueva humanidad. Poéticamente, esto es predicho en Edda, la tradición escandinava, en la profecía de Vala, el Sibyl, quien pronostica la venida de Ragnarök ("condenación, o regreso de los dioses"), con el "sol obscureciéndose, la tierra hundiéndose, y las estrellas cayendo," acompañados por fuego creciendo a gran altura hasta completar la desolación.† Finalmente, otra tierra emerge de las aguas, el águila vuela y, otra vez, los dioses decretan paz en la tierra y para todo lo que se considere sagrado.
†Cf. The Masks of Odin, por Elsa-Brita Titchenell, "Völuspá (The Sibyl's Prophecy), p. 87-100.
Un modelo parecido de ocaso, muerte y renovación se puede observar en el discurso entre Asclepios y sus amigos, atribuido a Hermes Trismegisto, el "tres veces grande." Cuando con el correr del tiempo "todas las cosas adversas a la naturaleza del alma" hayan sido cometidas por la humanidad, la tierra "ya no permanecerá imperturbable . . . los cielos no sostendrán las estrellas en sus órbitas . . . todas las voces de los dioses, forzosamente, serán silenciadas . . . Pero cuando todo esto haya acontecido, Asclepios, por entonces Maestro y Padre, Dios, el primero antes de todo . . . terminará con la confusión mediante la contramaniobra de su voluntad." Él hará volver al sendero a todos los que se hubiesen extraviado, limpiará la maldad de la tierra, ya sea con diluvio, o con fuego, u otra vez, expulsándola mediante guerra y pestilencia." Entonces, con el correr de los tiempos, "Dios, el hacedor y restaurador de las fundaciones poderosas," hará el camino para "el nuevo renacer del Cosmos . . . una restauración santa y de impresionante temor reverencial de toda naturaleza.*
*Hermetica, tr. Walter Scott, 1:344-7, "Asclepios — III," §26ª.
El Vishnu-Purana de la antigua India, describe gráficamente el ocaso y el resurgimiento de la humanidad y de la tierra. Después de detallar las iniquidades de la tierra "hasta que la raza humana se aproxime a aniquilación" hacia el cierre de kali yuga, nuestra era actual, predice la restauración que vendrá cuando "una porción de ese ser divino que existe, de su propia naturaleza espiritual, en la persona de Bhrama, quien es el principio y el final, quien comprende todas las cosas, descenderá sobre la tierra." Este es Kalki, el décimo avatara, o encarnación divina, quien nacerá en la ciudad de Shambhala, para destruir todo lo que es falso y perverso, y para restablecer dharma, la ley de la verdad, la pureza y la responsabilidad. Aquellos cuyas mentes serán despertadas y cambiadas por virtud de ese período extraordinario "serán las simientes de los seres humanos, y parirán una raza que comprenderá las leyes de la edad de Krita (edad de la pureza)," también conocida como satya yuga (edad de la verdad).*
*The Vishnu Purana, tr. H. H. Wilson, 4:224-9, bk. 4, ch. 24.
De acuerdo a los registros brahmánicos, el kali yuga — el mínimo de las cuatro edades y de una duración de 432 000 años — comenzó en el 3102 A. C., con la muerte de Krishna, el octavo avatara de Vishnu. Asumiendo que esos ciclos de tiempo son razonablemente exactos, esto significa que solamente hemos completado un poco más de 5 000 años de kali yuga, ¡faltándonos algo así como 427 000 años todavía para completar el ciclo! Además, como kali yuga se considera que contiene solo un cuarto de satya, o verdad, en contraste con los cuatro cuartos de verdad que contiene la edad krita, pareciera como si la humanidad est sobre un deslizadero hacia abajo — un panorama de lo más pesimista, a menos que veamos a nuestra era actual como una ilación dentro de los más grandes sucesos de los ciclos evolutivos de la tierra. El factor decisivo aquí es que la tierra y sus habitantes han avanzado más allá del punto medio del camino en su evolución; ellos han completado sus avances descendentes y, habiendo pasado el nadir, aunque sea sólo ligeramente, han comenzado a escalar hacia arriba, fuera de la materia, hacia una más profunda y refinada espiritualidad. Así, kali yuga es un ciclo menor de descendimiento dentro de un ciclo mayor de ascensión en el cual estamos embarcados juntamente con la tierra; en realidad, aun durante nuestra edad actual, existen períodos de relativa espiritualidad.
En una carta a Allan O. Hume escrita en 1882, KH, mentor de HPB, explica que cuando la humanidad pase el "punto axial," el punto medio en su curso septenario, "el mundo se llenará de resultados de actividad intelectual y de disminución espiritual"; y que es en su última mitad del largo arco evolutivo que "el Ego espiritual comenzará su auténtica lucha con el cuerpo y la mente para manifestar sus poderes trascendentales." Él cierra su amplia carta al preguntar: "¿Quién ayudará en la lucha gigante que se avecina? ¿Quién? Feliz el hombre que pueda tender una mano."* ¿Quién, verdaderamente, podrá tender una mano en esta contienda de las edades?
*The Mahatma Letters, Letter XIV, p. 88.
Hoy en día, muchos anhelan por un salvador que derrote completamente a los destructores y restaure la armonía y el amor fraternal entre nosotros. Tanto en el tiempo pasado como en el registro de leyendas y escrituras, prácticamente todo pueblo ha abrigado la esperanza de un Redentor al final de una era obscura, quien derrotará a los malhechores y guiará a los inocentes hacia una tierra hecha de nuevo, hacia una era de oro, en donde se honre a la verdad y se estime sagrada a toda forma de vida. Los cristianos tienen puestas sus esperanzas en la Segunda Venida, cuando se dé la última señal; los judíos ortodoxos esperan al Mesías; los parsi cuentan con Saoshyans para derribar a Ahriman (las tinieblas) y entronizar a Ahura Mazda (la luz). En la India, sucesos similares y apocalípticos rodean al avatara Kalki al final de kali yuga; las obras budistas describen a un futuro Buda, a Maitreya, el "Amable y Benévolo," quien dejará las regiones celestiales para venir a la tierra a fin de impartir, una vez más, Dharma (la Ley sagrada) en toda su pureza; y las leyendas tibetanas hablan del regreso de los Reyes de Shambhala. Nadie concuerda con el momento propicio: la gente del oriente sitúa el suceso muy lejano en el futuro, mientras los occidentales anuncian la venida de un Salvador, o Maestro Universal, quien prácticamente está sobre nosotros.
Con nuestra aparente reducción visual de la perspectiva del destino humano, debido en parte al rechazo de la reencarnación como una hipótesis filosófica válida, no es ninguna sorpresa que en las décadas recientes se haya visto un aumento en el Occidente de cierto tipo de mesianismo, el cual se manifiesta mediante un deseo vehemente e histérico por un Personaje iluminado para levantar a nuestra civilización, y de esa forma, contenerla de su propia autodestrucción.
Que los maestros y los guías son tan necesarios para nuestro desarrollo interno, como los padres amorosos y los profesores de escuela lo son para nuestros hijos, es evidente por sí mismo, pero la otra mitad de la ecuación es igualmente relevante. Tanto como al niño que crece se le debe permitir encontrar su propia fortaleza, así también la humanidad, como un ente completo, necesita tiempo y espacio para alcanzar su madurez mediante sus propios esfuerzos. Somos semejantes al adolescente que rechaza la ayuda disponible; y luego, sintiéndose ofendido, busca medios tontos, y muchas veces, destructivos para superar su soledad. Como podemos fácilmente advertir, al mismo tiempo que existe un anhelo por una orientación superior, también hay una falta sorprendente para diferenciar lo que es bueno de lo espurio, cuando de cuestiones espirituales se trata.
Hoy en día, los vientos de Narada, agente de karma, aparentemente una vez más, están derribando barreras inexpugnables para crear el camino de los cambios por tanto tiempo necesitados en los destinos, tanto de los individuos como de las naciones.* Toda nación, raza y pueblo, y sin lugar a dudas, todo ser humano sobre la tierra, está sujeto a la fuerza bipolar de Shiva-energía de Narada, la cual destruye lo que puede reconstruirse. Convulsiones de mayor o menor magnitud cíclicamente ocurren para asegurar la viabilidad de espíritu mediante el despojo y la renovación de formas. Esta interacción entre la luz y las tinieblas continuará tanto tiempo como permanezcamos siendo entidades corpóreas. Pero se dan ciclos dentro de los mismos ciclos, y los modelos de crecimiento de la humanidad revelan largos períodos de inactividad aparente, interrumpidos por aparentes cambios súbitos. Cuando tal "oportunidad crítica" del destino haya alcanzado su madurez, podríamos tener una afluencia de un nuevo tipo de humanidad en el escenario, a menudo acompañado por disturbios generales de carácter físico, como también psicológicos.
*Cf. G. de Purucker, Fountain-Source of Occultism, p. 689-95.
En menor grado, el declinar de la era de Piscis y el amanecer de la de Acuario, se encuentran en su punto nodal, en donde la lucha entre lo viejo y lo nuevo toma lugar. A medida que estemos en la intersección de dos ciclos astronómicos mayores y, posiblemente de mayor duración también, nos preguntamos si la convergencia de esos diversos ciclos produce efectos "de marea" extraordinariamente fuertes que podrían permitir una vasta oleada de egos que buscasen encarnación por ese tiempo. Si la marea ascendente trae una resurgencia de valores espirituales, o un período aun más sombrío de sufrimiento humano, dependerá grandemente sobre las generaciones, la presente y las venideras. Nosotros, los humanos, como ciudadanos planetarios, ya sea individual como colectivamente, estamos siendo impulsados a despertar y reexaminar nuestra forma de pensar y nuestra conducta; muchos buscan respuestas interiormente, preguntando los motivos del por qué y el cómo de la existencia.
Donde quiera que veamos podemos observar a las fuerzas del progreso y de la retrogradación rivalizando por el dominio sobre las mentes y las almas. Si lo vemos en forma aislada, esto causa verdadera preocupación, pero si lo vemos como un síntoma de un proceso tan necesariamente angustioso, tenemos motivos de esperanza de que la nueva siembra germinará en suelo fértil. Así como ocurre en una renovación cíclica de formas en todo reino para que el nuevo florecimiento pueda darse, así mismo las nuevas percepciones frescas y dinámicas dentro de las funciones y destino del hombre y de nuestro padre cósmico, pueden rejuvenecer nuestras estructuras de la forma de pensar.
Para quienes hayan alcanzado el torrente teosófico en vidas anteriores, pero que podrían estar todavía inconscientes de la responsabilidad que ello impone, éste podría ser el momento para despertar a lo que su ego superior está esperando — cuando una vez más internamente nos conectemos con nosotros mismos y reasumamos la búsqueda interminable. A partir de entonces, nuestras vidas tomarán sobre sí una nueva dimensión: ya no más satisfacciones sin propósitos, la lucha interna se intensificará entre el ego Ariadne, el cual nos conduciría fuera del laberinto de los interese materialistas, y nuestro ego personal, el cual, a veces, trata de ignorar su dirección. Pero nuestro Ariadne nunca nos permitirá olvidar completamente — no puede, porque estamos irrevocablemente seguros de ello. No es más que nuestro sutratman, "la sarta, o esencia radiante," lo que que nos une a nuestro dios interno. Todavía más maravilloso, también nos vincula con el dios interno, o atman, de todo ser humano que haya vivido alguna vez sobre la tierra — una unidad cósmica que está más allá del poder aniquilador, ya sea de hombre, dios, o demonio.
Como quiera que sea, no todos estamos capacitados para responder constructivamente a la agitación del cambio. Muchos están desconcertados y, como resultado, oscilan entre los dogmas fijos del pasado y con cada noción ultramoderna que atraen a sus imaginaciones. ¿Dónde está el camino central de salvación que realce constantemente el proceso de transmutación de la dependencia en una dirección externa a la confianza en un salvador interno?
Tendríamos un universo implacable si la humanidad tuviese que esperar tantos miles de años para que la edad de oro regrese y así se pueda recibir ayuda. Si pudiéramos apreciar a la evolución de nuestra humanidad desde los orígenes de este ciclo de la tierra dentro de un panorama completo, sabríamos que la jerarquía de los Compasivos mantiene una vigilancia protectora sobre todos los hijos de la tierra. Aparte de sus siembras cíclicas en la conciencia del mundo con toda la verdad cósmica que el karma de la humanidad permite, periódicamente ellos envían a uno o más de sus miembros para que encarne entre los hombres y así, establezca un ordenamiento a las naciones y razas para que vivan en armonía, orden y paz entre ellos. Establecer una fraternidad universal sobre la tierra es el sueño irresoluto de ellos. Y esto no es un sueño imposible, porque por la virtud de nuestro origen común divino — sobre esta base, todos somos hermanos.
De acuerdo a la ley de la atracción magnética, cuando el llamado de las mentes y corazones nacientes es suficientemente poderoso, una respuesta es inminente. "Pregunta, y se te responderá . . . " Pero antes de "preguntar" muy fervorosamente — los deseos ciertamente tienen una forma molesta de volverse realidad — talvez deberíamos hacernos estas preguntas: ¿Merecemos el favor que buscamos? ¿Hemos hecho todo lo que podemos y todo lo que deberíamos hacer para corregir los abusos en nuestras propias naturalezas y en la arena mayor de las relaciones con el mundo? Además, ¿Es nuestra intuición lo suficiente sensible para reconocer a un verdadero mensajero o maestro? Por otro lado, ¿Qué certeza tenemos cuando una persona reclama lo que pretende ser, y que sus enseñanzas concuerdan con la naturaleza y las verdades primitivas impresas sobre nuestra esencia interior cuando la humanidad estaba recién formada? Los falsos profetas siempre están presentes, mientras que los genuinos, a menudo, son difamados; podría ser que, solamente después de que uno de ellos desaparece de la escena terrenal, intuimos que un ser grandioso vivió entre nosotros. No hay ninguna duda de que un alto nivel de percepción, de pureza de aspiración y sentido común sin adornos, son requeridos.
Charlatanes consumados ya no representan amenaza, porque ellos son reconocidos enseguida. Su figura carismática, con su mezcolanza persuasiva de verdades a medias, es la que plantea la prueba máxima a sus seguidores — y a ellos mismos. Muchos de ellos probablemente comienzan con buena intención al brindar un mensaje de esperanza a los millones que están hambrientos por algo más que la ortodoxia rígida de los credos religiosos. Pocos de ellos, tal vez después de alguna experiencia cumbre, o una misión, se convencen de que han recibido una "llamada." Esto podría ser el caso, o no. Donde la aspiración es fuerte y de un argumento único, un individuo podría, por un instante, abrir un canal a su luz interior y experimentar una fusión temporal de su alma con su ego superior. Para él, la visión es verdadera. La pregunta es: ¿Ha habido una purificación correspondiente de carácter, una disciplina paralela, y control de las naturalezas pasionales y mentales para sustentar la visión? A menos que él se haya esforzado implacablemente para despojarse de su auto-arrogancia y avaricia, la apertura momentánea hacia los mundos internos lo vuelve vulnerable a las fuerzas extrañas de los dominios astrales inferiores, los cuales, cuando no son controlados por la voluntad superior, pueden volverse demoníacos.
Recordemos una observación inteligente hecha por William Law (1686–1761), teósofo, teólogo cristiano y estudiante profundo de las obras de Jakob Boehme:
Sabías . . . y por lo cual sucede, que muchos falsos Espíritus han aparecido en el Mundo, que se autoengañan, lo mismo que a otros, con Fuego falso, formulando Demandas a las Inspiraciones, Iluminaciones y a las Aperturas de la Vida Divina, pretendiendo poder hacer Prodigios bajo las extraordinarias Llamadas de Dios? Lo que sucede es esto: ellos se han vuelto a Dios sin renunciar a ellos mismos; ellos estarían vivos dentro de Dios, antes de morir a sus propias Naturalezas . . .
Ahora la Religión en las Manos del Ser, o la Naturaleza corrompida, sirve sólo para descubrir Vicios de una pésima calidad, que en la Naturaleza se legaron para ella misma.*
*William Law, The Spirit of Prayer: or The Soul Rising out of the Vanity of Time, into the Riches of Eternity, Prayer 2.1-32; cf. Aldous Huxley, The Perennial Philosophy, p. 243.
Fíjese en la frase: "Se han vuelto a Dios sin renunciar a ellos mismos." ¡La naturaleza humana no ha cambiado mucho durante siglos! ¿Cuántos de ellos, ansiosos por experiencias transformativas de un orden superior, están decididos a dar los primeros pasos hacia la autodisciplina, ya no digamos, aguantar los largos y arduos adiestramientos y pruebas de integridad y motivos durante todas sus vidas? "La disciplina precede en los Misterios" es un axioma de probada validez.
En tiempos históricos ha sucedido, y todavía sucede hoy, que uno u otro autoproclamado gurú viene a darse crédito de que él es infalible: ¿No es él un enviado de Dios, un apóstol del Mesías, o un portador de mensajes directamente del Señor Maitreya? Sus seguidores son, en parte, también culpables, porque una continua e irreflexiva adulación puede actuar como un intoxicante. Tan insidioso es el veneno de la adulación para que todo, en un abrir y cerrar de ojos, convenza al aspirante de maestro y a sus devotos, a creer que él está absuelto de la tan estricta moralidad requerida para otros: cualquier transgresión del código ético que él pueda cometer, se convierte en un "hecho sagrado," y de esa forma, santificado. No hay manera de medir las consecuencias trágicas de tal traición — la de él y la de quienes, generosamente, le dieron su devoción y confianza.
Obviamente, la perfección no es ni posible ni esperada; y es, a la vez, presuntuoso e injusto juzgar severamente a aquellos quienes sinceramente se esfuerzan por brindar ayuda espiritual y moral a sus prójimos. Sin embargo, tenemos el derecho y la responsabilidad de esperar de quienes profesan enseñar, que las palabras de verdad y compasión estén autenticadas por una forma de pensar y actuar honorables y altruistas. Lo que todos nosotros necesitamos es un conocimiento más claro sobre nosotros mismos, además de una dosis saludable de escepticismo — no cinismo, sino un escepticismo inteligente. La palabra es válida, del griego skeptikos, "previsor, reflexivo." Necesitamos que se nos recuerde que la esencia de nuestro ser es inmortal, y que cada uno de nosotros tiene no solamente la capacidad innata y la voluntad, sino también la obligación de "salvarse" por sí mismo — es decir, de liberar a su alma de las trabas del deseo egoísta.
La aparición cíclica de los salvadores es para recordarnos nuestras posibilidades divinas, no para privarnos de nuestro impulso de crecer y de realizar esas posibilidades como es debido. Podemos empezar ahora mismo al desechar de nuestra naturaleza todo lo que es extraño y menor de lo que estimamos en la conducta humana. No existe llamamiento por austeridades físicas o mentales: la práctica de los preceptos antiguos y universalmente honrados — llamémoslos mandamientos, beatitudes, paramitas, o virtudes — es nuestro ábrete sésamo para el futuro. A pesar de la atracción hacia los asuntos materiales durante el ciclo descendente de kali yuga, no tenemos que ser de tendencias negativas en nuestra forma de pensar, o en nuestra aspiración. La historia de la humanidad, desde las primeras eras, confirma que en toda época, ya sea de claridad espiritual y de alcance ascendente, o de tinieblas espirituales y de inclinación descendente, los promotores trabajan tranquilamente, hombres y mujeres de pensamiento progresista que mantienen vivos los ideales de la aspiración. Mientras más fuerte es la atracción hacia lo material, lo más poderoso que ellos nadan en contra de ello, a fin de producir la contracorriente necesitada.
Evidentemente que estamos en el medio de un período crítico en donde las energías de la luz están en contienda abierta contra las fuerzas de las tinieblas — no solamente en el escenario nacional e internacional, sino también dentro de nuestras propias naturalezas. A menos que empecemos de inmediato, individual y colectivamente, confiando en nuestro propio vigor, tendremos poco para recurrir en crisis futuras. Este no es el tiempo para apoyarse sobre líderes grandiosos; no es el tiempo para esperar por un mensajero. Si sentimos que las ventajas están abrumadoramente en contra de nuestros esfuerzos constantes para mantener en lo alto la antorcha de la esperanza, recordemos a Madre Teresa. Cuando se le preguntó cómo pudo animarse bajo la enormidad de sufrimiento que atestiguaba diariamente, sin ninguna posibilidad de parte de ella para refrenar apreciablemente la marea, ella contestó: "Uno y uno y uno: miro solamente al niño, o al viejo, o a la vieja a quien atiendo; si pensara en los millones y millones que necesitan mi ayuda, no podría hacer nada."
Me parece que todo ser humano tiene dentro de sí el poder de hacer lo que se requiere: privada e inadvertidamente que siga la dirección de su ser superior. Pero tenemos que perseverar en esta práctica; sobre todo, tenemos que confiar incondicionalmente en la eficacia de nuestra luz interna para iluminar nuestras vidas. Si cada uno de nosotros resueltamente presta atención a su manera de gobernarse, con el tiempo nos convertiremos en un ser compasivo, comprensivo, entendido y útil — y aun, paradójicamente, habremos logrado el más grandioso beneficio de todos, nos habremos convertido en "nada para los ojos del mundo." De esa forma, consolidaremos los impulsos de luz que se aumentan en número e ímpetu, y por tanto, fortaleceremos las tareas compasivas de quienes, incesantemente, trabajan por todas las naciones y por los que todavía no han nacido, y quienes están, aun ahora, preparando el camino para el amanecer de una era más esperanzadora.