Expansión de Horizontes — James A. Long

Las Seis Gloriosas Virtudes del Budismo — I

Pregunta — Usted muchas veces ha dicho que las verdades más profundas son las más sencillas y que forman la columna vertebral de todas las grandes religiones. He pensado mucho en eso. Recientemente encontré un pequeño libro, The Voice of the Silence (La Voz del Silencio), que catalogó las "seis gloriosas virtudes." Me interesan esas ideas, y quisiera saber más con respecto a ellas.

Comentario — Yo entiendo que usted se refiere a las Paramitas de la literatura budista. Por lo general son citados como seis, aunque a veces siete y aun hasta diez, pero el número no tiene mucha importancia. Creo que el tratarlos extensamente nos llevará demasiado lejos del tema, pero con mucho gusto podemos tratarlos.

Cada gran religión incluye preceptos o exhortaciones hacia una vida mejor. En el budismo las Paramitas son una serie de "Virtudes" que describen calidades de pensamiento y de actuación las cuales, si fuesen hechas parte de la vida de uno, revelarían los misterios del universo y del hombre. También se ha dicho que su práctica de parte del aspirante sincero conduciría finalmente a la iluminación completa. En otras palabras, las Paramitas, verdaderamente vividos, señalan el camino a la percepción directa de la Verdad. Se podría decir lo mismo de cualquier grupo de cualidades o virtudes. Si nosotros viviéramos el único mandamiento de Jesús, conseguiríamos el mismo resultado, pues el perfecto amor trae la perfecta comprensión.

Pregunta — Todo esto es nuevo para mí, pues no soy conocedor de la religión budista. ¿Le sería posible a usted explicar el significado de cada una de esas Virtudes?

Comentario — Sí, pero omitiremos el uso de las palabras sánscritas, a menos de que durante la discusión parezca aconsejable analizar algún término en particular. Traducidos al español las Paramitas son como sigue:

1. Caridad — La llave de la caridad y el amor inmortal;
2. Rectitud — La llave de la armonía en palabra y acto;
3. Paciencia — La dulce paciencia, que nada puede desordenar;
4. Desapasionado — La indiferencia al placer y al dolor;
5. Intrepidez — La energía intrépida que lucha a su paso por la Verdad Suprema;
6. Contemplación — La puerta abierta hacia la Verdad.

Debo advertir que se tiene como de principal importancia el servicio a la humanidad: "Vivir para beneficiar a la humanidad es el primer paso. Practicar las seis gloriosas Virtudes es el segundo."

Pregunta — Personalmente, no veo ningún valor especial en estas cosas. ¿Podemos decir que ha encontrado el budista la Verdad en un grado superior al cristiano o al hebreo? Lo que quiero decir es: estas virtudes suenan bien, pero confieso que me dejan tan indiferente como los Diez Mandamientos; tal vez porque no veo que le conduzcan a uno más cerca del vivir que cualquier otra cosa.

Comentario — Usted tiene razón en que, mientras cualquier grupo de reglas o códigos de conducta sean no más que una fórmula, están muertos; no importa que sean los Diez Mandamientos, las seis o diez Paramitas, o el único sublime requisito de Cristo. Es sólo cuando nos ayuda a canalizar nuestras aspiraciones que un sistema o código llega a ser un puente hacia una comprensión más amplia de la existencia.

Una de las cosas más difíciles que tiene que aprender cualquiera de nosotros es la relación directa y práctica entre estos principios éticos y la comprensión intelectual de las leyes que gobiernan la vida interna y externa del hombre y la vida interna y externa del universo. Si fuese posible escribir la historia del alma, tal vez se vería que la lucha mayor a través de edades innumerables es aquélla entre el deseo por el conocimiento de una parte, y por la otra, el anhelo del alma por la sabiduría. El intelecto es muy importante, pero no es el factor principal en el desenvolvimiento del hombre. La experiencia de cada aspirante demuestra que tan pronto se alcanza un buen grado de capacidad intelectual, la tentación es de dejarse fascinar por las complicaciones misteriosas que le presenta el universo, instrumento más fino y exquisito de precisión que le hace perder de vista la verdadera meta del alma: el trabajo consciente con la divinidad interior para servir a la humanidad.

En otras palabras, la práctica de las Virtudes indispensables para alcanzar la verdad toma con demasiada frecuencia un segundo lugar para darle campo a la adquisición intelectual de datos, y más datos, una avenida que conduce a la esterilidad espiritual.

Pregunta — Puedo apreciar esto, pues siempre he sido un escéptico sobre todo acercamiento a un adiestramiento especial. ¿Tienen estas Virtudes algo que ver con el siquismo?

Comentario — De ninguna manera. Cualquier sistema o método de "adiestramiento" que toca aun remotamente a lo síquico tiende a alejar el alma de la Verdad. Hay en la actualidad una persecución excesiva por esta clase de experiencia. Muchas personas piensan que se están volviendo espirituales por jugar con estas llamadas "artes ocultas," pero lo que están haciendo en realidad es impedir su propio desarrollo. El verdadero ocultismo es el altruismo en sí mismo, y no tiene nada que ver con el siquismo. Las Paramitas dan énfasis al desarrollo de las cualidades espirituales de nuestra naturaleza en contraposición con lo síquico y lo puramente mental; así están directamente vinculados en su parte íntegra con aquel impulso de cada ser humano quien tiene los ojos fijos hacia la divinidad interna.

La comprensión espiritual y la sabiduría vienen solamente como el resultado natural de vivir diariamente el espíritu de estas "virtudes" o "mandamientos" o "códigos de ética," ya sean hindúes, cristianos o budistas o ya sean enumerados como uno, tres, cuatro, siete o diez. Pues es la esencia de estas fórmulas o pautas lo que es la fuerza duradera, no su vehículo externo; y son las calidades en su fondo lo que debemos considerar, y no sus formas particulares.

Pregunta — Esa es una tarea muy difícil. Por mi parte no pudría comenzar a vivir ni uno de ellos, mucho menos los seis. ¿Cómo empezar? ¿Debemos tratar de dominar primero uno, y después continuar con el próximo? Temo que yo me estancaré en el primero y nunca llegaré a los demás.

Comentario — No se puede aislar ninguna de estas Virtudes ni practicarlas completamente sin poner en juego, al menos hasta cierto punto, todas las demás. La Naturaleza no funciona así; cada una contribuye a la formación de otra, y así sucesivamente todas contribuyen a la totalidad. Repetimos, no debemos fijar la atención muy estrechamente en su forma, porque entonces llegarían a ser para nosotros una cosa muerta en cuanto a su valor espiritual.

Se recordará que el primer requisito es "vivir para beneficiar a la humanidad." A aquello le llamamos el "primer paso," no el segundo, cuarto o quinto, sino el primer paso; mientras que a la práctica de las Virtudes se le llamó "el segundo paso." Esta es una diferencia de mucha significación. A medida de que reflexionemos en ello, nos daremos cuenta de que la misma aspiración de vivir para que la corriente entera de nuestra vida sea un verdadero servicio, nos preparara automáticamente a iniciar la práctica de algunas de las virtudes, si no de todas ellas. Y a medida de que orientemos nuestro pensar y nuestras vidas, veremos que estas Virtudes pueden representar una oportunidad natural de transmutar los metales comunes de nuestra naturaleza.

Consideremos la primera: Caridad y amor inmortal. Esta palabra caridad ha sido crasamente mal aplicada, pues en su sentido original no quería decir piedad en el sentido negativo, limitado, y hasta hiriente en que tantas veces la empleamos. Más bien denotaba un derramamiento espontáneo de comprensión y consideración para las necesidades de un hermano. Esta calidad nos toca a nosotros muy de cerca en cada relación de la vida, desde la más simple hasta la más compleja, porque el contacto con otras personas nos obliga a escoger: el tomar un paso hacia el sendero egoísta, o uno hacia el sendero altruista y compasivo. La verdadera caridad no da a conocer su intento. Cuando hagas obras de caridad, hazlas "en secreto." La práctica de la Caridad es la verdadera consideración y solidaridad hacia los demás; ella nos aleja de todo interés excesivo en nosotros mismos, y así establece una llave fundamental para todas las demás Virtudes.

Pregunta — ¿No es sencillamente la Regla de Oro en acción? ¿Y no fue San Pablo quien dijo algo respecto a que aunque hablásemos con las lenguas de los ángeles, si no tuviésemos caridad, entonces seríamos como "bronce sonante o un címbalo tintineando?"

Comentario — Así es; y toda escritura sagrada universal, si sabemos leerla, pone énfasis en esta misma perspectiva altruista.

Tanto en la primera Virtud o Paramita como en la segunda, Rectitud o "armonía en palabra y acto," se sigue naturalmente la misma línea, y nos dice de qué manera hemos de conducirnos mientras ponemos en práctica nuestra ética.

Pregunta — Esto me confunde más que la primera. "La armonía en palabra y acto"; ¿quiere decir esto que se debe siempre ceder a otros, en debate o discusión, sólo por mantener la concordia? La paz a cualquier costo ha llegado a ser un argumento grande en estos días.

Comentario — Eso no es el punto de vista que yo tomo. "La paz a pesar del costo" es a mi parecer uno de los modos menos efectivos, si no desastrosos de alcanzar la paz genuina y duradera. Pero no nos metamos aquí en cuestiones sociales o políticas, no porque les temamos, sino porque es tan fácil entrar en debates intelectuales sin resolver nada.

Volvamos a la segunda Paramita: La rectitud significa la armonía, pero no necesariamente el acuerdo. Hay una diferencia bastante grande, cuando pensamos en ello. No se puede producir la armonía si todos tocan la misma nota. El compositor emplea varios tonos, acordes y aun disonancias, y después los resuelve en un arreglo armonioso. Eso es lo que quiere decir sinfonía, el unir los sonidos, el armonizar unos tonos diferentes. Así que Rectitud significa el vivir de acuerdo con nuestras determinaciones superiores, y por tanto reflejar en nuestras actividades diarias una armonía en palabra y acto. En palabras simples, el vivir de tal manera que no ofendamos el equilibrio y orden de la ley natural.

La única razón porque sufrimos, ya sea mental, física o emocionalmente, es que durante algún tiempo hemos impedido el equilibrio cósmico, y causado desarmonía en una o más de sus muchas formas; y con demasiada frecuencia discordia en nuestras relaciones con otros. La Naturaleza entonces reacciona, automática e impersonalmente, y trata de reajustar el equilibrio que nosotros habíamos impedido. Por consecuencia sufrimos. Pero a medida de que lleguemos a ser más competentes, funcionando en una relación simpática con las leyes de ella, encontramos que no producimos constantemente vorágines de contienda y desorden, sino que en efecto podemos tranquilamente restablecer la armonía.

Ahora vamos a la tercera Virtud: Paciencia. No cuesta mucho darse cuenta de que con un tanto más de paciencia en el mundo ayudaría bastante. Como queda dicho, no podemos ver estas Paramitas como una serie progresiva de escalones, como los barrotes de una escalera de mano. En un sentido, sí siguen el uno al otro naturalmente, pero no sería posible practicar uno en grado alguno sin practicar, hasta cierto punto, los demás.

En cuanto a la necesidad de la paciencia: otra vez, esto tiene dos filos en su aplicación. Tenemos que aprender el discernimiento aquí, tanto como en otros campos de esfuerzo. "La paciencia es una virtud," que ha sido machacada en nuestros oídos desde la niñez. Es indudablemente una virtud, y una muy necesaria, pero todos sabemos que hay ocasiones en que la prudencia aconseja que no dejemos que otros abusen de nosotros.

Veo que no podremos tratar todas las Paramitas; así que permitidme revisar los otros, rápidamente para mostrar cómo todos se ajustan:

4. Desapasionado — La indiferencia al placer y al dolor;
5. Intrepidez — La energía intrépida que lucha por la Verdad;
6. Contemplación — El estar enteramente absorto en el medio ambiente de nuestro esfuerzo.

Todos conducen a la Percepción Directa o Conocimiento del Yo. Esto resume brevemente las Paramitas. Debo repetir que todo ello no significa nada en absoluto, si no aplicamos la calidad esencial de estas Virtudes. Si la fuerza espiritual indispensable no corre en y por medio de cada pensamiento y acto y sentimiento de nuestras vidas, ellas son de veras como címbalos tintineando, y como bronce sonante.

Es posible saber todos los términos sánscritos, poder definir sus significados en su raíz, entender intelectualmente el modus operandi de la iluminación espiritual, o creer que los entendemos; pero cuando la Vida de pronto acepta nuestra palabra y nos dice "probad el valor de estas Virtudes en vuestras experiencias diarias," fracasaremos totalmente si no hemos hecho de sus cualidades interiores una parte de nuestra propia alma.

Pregunta — Parece fácil resolver todo esto primorosamente al nivel de una conversación, pero realmente vivir y actuar sin esperar resultados, sin tratar de ver los frutos de nuestros actos, es enteramente otra cosa. Al seguir infatigablemente este curso, nos encontraríamos en un filo agudo entre la acción y el motivo. En suma, vivirlo en el plano de la experiencia diaria es otra cosa, a lo menos para mí lo es.

Comentario — He aquí dónde está la gran hermosura de todo esto. Si fuese fácil no le haríamos caso. Pero no es fácil; sin embargo, con todo y eso es maravillosamente sencillo. Aquí es dónde se encuentra la paradoja. Es algo formidable saber que no llegarán a ser nuestras las verdades que todos anhelamos hasta que no empecemos, en efecto, a poner en práctica algunas de estas Virtudes básicas, no sólo los domingos o los miércoles, sino a toda hora de cada día. Todos hemos pensado en esto y por qué es así; pero mientras más las incorporemos en nuestra consciencia activa, más se nos confirmará que no pueden funcionar de ningún otro modo. Pues los secretos de la Naturaleza no se dan al azar, sino sólo después de la preparación y la disciplina indispensables. Como lo parafraseó un gran guía: "Es el que tenga el amor para la humanidad en su corazón, el que será capaz de entender cabalmente la idea de una fraternidad práctica regeneradora, quien tiene el derecho de poseer los secretos de la Naturaleza. Él únicamente, un hombre tal, no abusará nunca de sus poderes, pues no habrá temor de que los aplique a finalidades egoístas."

Los secretos de la Naturaleza no son como tales, ocultos, sino que son una manera de vivir que no se divulgará hasta que no cumplamos con la verdadera misión del alma, la del servicio aquí en el mundo.



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